Me parece que el tema más importante de esta semana ha sido la separación forzada de los hijos de inmigrantes ilegales de sus padres. Esta nueva política de tolerancia cero, basada en una ley de 1996, asume que la inmigración ilegal es un crimen (previamente era considerada como una violación a la ley, similar a pasarse un alto) y quien lo cometa debe purgar una condena, lo que obliga a separarlo de su familia para meterlo a una cárcel antes de ser deportado. Si bien es cierto que es una ley que tiene más de 20 años, rara vez había sido empleada con tanto vigor y sin excepciones; de hecho, la separación de los padres de sus hijos se hacía sólo como una medida preventiva en caso de que se sospechara que era trata de personas.
Como señala la periodista Dara Lind en el portal Vox.com, aunque la ley fue emitida durante el gobierno de Bill Clinton, en realidad fue una propuesta republicana, la cual pasó en las cámaras porque los demócratas querían sacudirse la mala fama que tenían de ser “débiles” contra al crimen y la migración ilegal. Lo que nadie esperaba es que, siguiendo la ley de las consecuencias inesperadas, esta ley provocaría el efecto opuesto a lo que quería prevenir. La legislación implicaba tres cambios importantes: el incluir más violaciones a la ley, y no sólo los crímenes violentos, como elementos para la deportación, incluso de residentes legales; el que cualquier violación cometida por inmigrantes dentro de una distancia de 100 millas de la frontera implicaba deportación inmediata, sin posibilidad de presentarse ante un juez; y el establecimiento de requisitos más difíciles de cumplir para conseguir los permisos de residencia y de trabajo. La nueva ley provocó un aumento en las deportaciones nunca antes visto, y cuyo ritmo se ha mantenido.
Todo esto tuvo implicaciones en la inmigración ilegal. Por un lado, un gran número de trabajadores mexicanos cruzaban diariamente la frontera para laborar y regresaban a México por la noche; con las nuevas reglas, y ante la amenaza de la expulsión, muchos de ellos prefirieron quedarse de manera permanente en los Estados Unidos y traer posteriormente a su familia. Otro factor fue el cambio en el tipo de trabajos hechos por los migrantes. Tradicionalmente eran trabajadores agrícolas, que iban y venían según las temporadas; pero ahora cada vez más de ellos ingresaban al sector de servicios, en hoteles, restaurantes y demás, que permanecen activos a lo largo de todo el año.
La situación actual ha sido complicada por dos factores: un incremento de la migración procedente de Centroamérica debido a la violencia que se experimenta en los países de esta zona y la aparición de un discurso que busca chivos expiatorios para explicar el declive económico de ciertas franjas de la población en Estados Unidos. Por ejemplo, el complicado caso de los niños migrantes que tuvo que recibir el gobierno de Barack Obama provocó que su gobierno presionara al mexicano para impedir que los migrantes llegaran hasta allá.
Es cierto que todo país tiene derecho a proteger sus fronteras, así como de decretar leyes en este sentido; sin embargo, las leyes no establecen esta separación de los niños de sus padres. Esto fue una artimaña pensada por un asesor del presidente Donald Trump para intentar disuadir a los migrantes: causarles dolor si intentan cruzar la frontera. Y esto es justamente lo que ha causado tanta indignación: esta separación no solamente no está indicada en las leyes, sino que va en contra de los derechos humanos, particularmente de los niños. Y esto sí es contrario a la ley.
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