La relaci�n del hombre con su regi�n

2019-01-08 22:35:28

Reconocimiento. La trayectoria del arque�logo Otto Sch�ndube ha sido homenajeada en m�ltiples ocasiones. (Foto: Especial)

En plan de broma dicen en su familia que se dedicó a la arqueología porque de niño no lo dejaban jugar con tierra. Habiéndose criado en el campo, cerca de una ingeniería de azúcar, pensó que su destino estaba en la ingeniería o agricultura, pero el camino de Otto Schöndube se encontraba en las profundidades, en esas historias que cuenta de nosotros la tierra.

Amante de los libros, del arte y de la historia, el investigador, que es parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia desde 1970, contó en entrevista parte de su largo andar como uno de los principales estudiosos de las culturas prehispánicas en la región occidental de México.

Cimientos

“Me crie en un pueblo del sur de Jalisco, Tamazula de Gordiano, en los alrededores del Nevado y el Volcán de Colima. Salía mucho al campo, desde chico me gustó la relación hombre con los recursos que una región le puede dar. Mi abuelo materno tenía una serie de libros sobre el pasado de México, así como las obras de la pionera de la arqueología en el Occidente, la doctora Isabel Kelly, mi abuelo la alojó cuando ella fue a Colima. Ahí nacieron mis inquietudes y, como muchos de los chiquillos de campo, fui curioso por la naturaleza: andaba recogiendo piedritas, tepalcates, mayates y etcétera. El gusanito siempre estuvo ahí”.

Estudios

“Estudié ingeniería en la Iberoamericana más de tres años hasta que me di cuenta de que no era lo mío en parte por un maestro que me traía en ceja y ceja y en parte por una alergia rara por la que tuve que suspender los estudios. En esa suspensión conocí el Museo Nacional de Antropología y una escuela de Antropología, decidí inscribirme y empezar mis estudios. La alergia desapareció: mi padre dijo que a lo que yo era alérgico era a la ingeniería”.

Trabajos significativos

“Me tocó participar en los trabajos arqueológicos cuando se hizo la Presa Infiernillo en la frontera de Michoacán y Guerrero, muy plenamente aun siendo estudiantes del nuevo Museo Nacional de Antropología donde conocí a personas connotadas como al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Alfonso Cassio, a la misma Kelly amiga de mi abuelo y a la que me acerqué en una conferencia y le pregunté: ‘La doctora Kelly, supongo’. Trabajé un tiempo con ella en Colima. Soy un estudiante eterno, pero trabajé mucho sin haberme graduado, me gustaba trabajar para mis maestros, tenía cierto miedo a mi examen profesional y me dijeron que era el pasante eterno, tardé como siete años en recibirme, pero eso me ayudó mucho. Hay cosas que se aprenden sólo afuera”.

Teatro

“Era pueblerino, tímido y me metí a trabajar en el teatro universitario para cambiarlo, no era de carrera, lo conformábamos aficionados de múltiples carreras, presentábamos obras y nos divertíamos bastante, le pedí al encargado de teatro que me diera un papel de malvado y me dijo: ‘No Otto, tú no tienes la ficha de ser malvado’. Pero sí me ayudó en el sentido de comunicarme con la gente, perder el miedo. Eso me ayudó a ser maestro, cuando estudié arqueología participó un estudiante jesuita, conformó la escuela de Historia del Arte de la Ibero y me invitó a ser profesor, luego con la directora Beatriz De la Fuente que me invitó a escribir artículos y enciclopedias, eso me ayudó para que me empezaran a conocer: me metí en la arqueología no como un camino estrecho sino con muchas ramificaciones y mucha gente dedicada a estudios antropológicos, lingüísticos, artesanía, etcétera. Ahí nació mi mística de no ver los estudios como una cosa cerrada sino de distintas perspectivas”.

Charla. El investigador habla sobre su largo andar como uno de los principales estudiosos de las culturas prehispánicas en la región occidental de México. (Foto: Cortesía de Adriana González)

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Trabajo en su tierra

“Mi primer trabajo personal fue mi tesis sobre la región donde me crie. Tamazula, Tuxpan, Zapotlán, pueblos de la frontera norte de Colima, una tesis arqueológica, histórica de la región. Antes nuestra institución era más centralizada, todo se hacía desde la Ciudad de México, eso me hizo encontrar a tanta gente importante, después de que se instaló el museo tuvimos como director a Guillermo Bonfil, autor de México Profundo, a él se le ocurrió lo de los centros regionales para que el INAH atendiera el interior, me mandaron a mi región, un área de mi querencia. Las instancias hubieran sido Michoacán, Morelia o Guadalajara. Me tocó instalar el museo de Colima, el de Mazatlán y el de Nayarit, lo que me ha permitido tener una visión muy específica del Occidente de México. Me llaman El pata de perro porque ando de un lado a otro, vi todo el país, a mí ya me lo pagó la revolución, tuve la fortuna de ir a muchos congresos”.

Trabajo en comunidad

“Siempre he visto mi labor como algo que se hace en comunidad. La buena arqueología se hace con los pies, a veces se critica a los políticos o a las gentes que quieren dirigir las cosas desde un escritorio y no tienen las experiencias vivas del territorio cuando se le visita, participé en muchos trabajos de campo con mis maestros… fueron muchas enseñanzas en una. Se va uno empapando del paisaje, de cómo la gente local interpreta y usa ese paisaje. Muchos de nuestros ayudantes de campo eran gente local que nos ayudaban a entender y a nutrirnos. Con ellos se vive una vida distinta: son distintas aproximaciones. Yo no concibo no convivir con las personas, hay que abrirse, el arqueólogo debe ser minucioso de sus excavaciones y en su contexto. Hay muchas historias que contar”.

Las historias de la arqueología

“La gente se imagina al arqueólogo como un viejito con botas hasta media pierna, saco y una lupa como en las películas de episodios con una hija guapa para salvarla, como Indiana Jones. Nos gustan los objetos, pero más nos interesa lo que cuentan esas historias, lo que cuentan de nosotros mismos; a mí me gusta lo que dicen. A mí siempre me interesó encontrar una tumba de tiro intacta y tuve la fortuna junto con Javier Galván de encontrar varias en Tabachines, una de ellas la reprodujimos aquí, la encontró una ex alumna mía y me tocó estar en el descubrimiento de la tumba de Huitzilapa, la tumba de tiro más rica que se ha encontrado sin tocar. Era la tumba de un ser humilde, no es más importante saber cómo vivían los poderosos, también hay que saber cómo vivían las gentes comunes y corrientes, ese es un impedimento: hay que mostrar también que lo poderoso nació también en lo modesto”.

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FRASES

“Mi padre dijo que a lo que yo era alérgico era a la ingeniería”

“Hay cosas que se aprenden sólo afuera”

“La buena arqueología se hace con los pies”

“La gente se imagina al arqueólogo como un viejito con botas hasta media pierna, saco y una lupa como en las películas de episodios con una hija guapa para salvarla, como Indiana Jones”

Otto Schöndube, arqueólogo

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