Atentar contra la infancia

2019-02-10 21:42:42

Entender una buena parte de las decisiones al menos precipitadas del presidente López Obrador en modo alguno constituye una tarea sencilla. ¿Ejemplos además de la improvisada estrategia antihuachicolera? Aquí voy: la cancelación absurda de la construcción del NAICM recibió una justificada catarata de críticas en México y en el extranjero. Salvo la explicación relativa a la corrupción que hubiera podido existir en la obra de ingeniería mexicana más importante de todos los tiempos, no se esgrimió ninguna otra razón válida para haber cometido ese terrible atentado en contra de la economía de la nación. Si se habían localizado actividades fraudulentas en contra del erario, lo conveniente en todo caso hubiera sido castigar con la debida severidad a quienes hubieran cometido un acto delictuoso, pero eso sí, sin lastimar los intereses de cientos de miles de mexicanos que se hubieran beneficiado con el flujo de 70 u 80 millones de pasajeros sin olvidar los beneficios inmensos comerciales, en lo que hace a la carga aérea ni el enorme desempleo que produjo su determinación suicida.

Como se dijo en su momento, si un barco estaba invadido de roedores, lo conveniente era utilizar poderosos plaguicidas para acabar con ellos, pero no dinamitar la embarcación y hundirla para acabar con el flagelo. ¡Qué barbaridad! Lo mismo acontece con la reducción a la mitad, no menos absurda, de los subsidios a las estancias infantiles. Me explico: si la Auditoría de la Federación sólo revisó 1.8 por ciento del presupuesto de 4 mil millones de pesos, una muestra insignificante del universo de las guarderías revisadas, y descubrió manejos fraudulentos perfectamente detectados, entonces lo que procedía era enjuiciar a los defraudadores, a los responsables de la malversación de fondos públicos y llegado el caso, encarcelarlos, pero no reducir el subsidio a la mitad o hasta desaparecerlo por haber localizado hechos constitutivos de delito en una mínima parte de las guarderías destinadas a recibir, educar, entretener y hasta divertir a los pequeñitos. Otro ejemplo: para acabar con un gran territorio maicero invadido por una cierta plaga, se decide incendiar toda la cosecha con los consecuentes daños para los productores y para los mercados.

El presidente López Obrador aseguró que al haber encontrado informes adulterados e irregularidades en las estancias infantiles “los apoyos financieros para dichas guarderías ya no se harían a través de organizaciones, sino de manera directa, por lo que entregarán 800 pesos mensuales a los padres de familia por cada niño que tengan. Si esa familia dice ‘con esto puedo encargarle mis hijos a una hermana, a una tía, a una abuelita’, pues es decisión de cada familia. Son los recursos para que se tengan estos apoyos de manera directa”.

Al ciudadano presidente de la República se le olvida, con el debido respeto, en su nueva decisión tan precipitada como infundada como tantas otras, que de descubrir irregularidades en cualquiera de las 9 mil 500 estancias infantiles del país, antes que nada, debería haber probado la existencia de la corrupción sin recurrir a presunciones y sin desproteger a 315 mil niños, puesto que no investigaron a fondo la realidad a través de conversaciones con las 50 mil mujeres capacitadas respecto a un programa social muy ambicioso y eficiente premiado internacionalmente después de 12 años de excelente funcionamiento. Resultaba imperativo conversar e informarse con las beneficiarias, con miles de madres felices con las estancias para evaluar la realidad antes de atentar en contra de la niñez mexicana. ¿Que algunas estancias tal vez no cumplían con los requisitos de seguridad? Pues a establecerlos y revisarlos y auditar sus contabilidades con toda la rigidez posible.

Se le olvida al jefe de la nación que gracias a las estancias, 77 por ciento de las madres pudieron obtener un trabajo y vivir de él, que muchas no podrían dejar de trabajar con los consecuentes daños para los chiquillos, que los abuelos también laboran o éstos simplemente no existen o viven en diferentes comunidades o municipios muy apartados, o están imposibilitados físicamente para cuidar a sus nietos, en el entendido de que con 800 pesos mensuales no les alcanzará para mantenerlos, si partimos del supuesto elemental de que un litro de leche cuesta 20 pesos y que en 30 días el insignificante subsidio se habrá casi agotado sólo por ese concepto. Se le olvida que es en las guarderías donde los pequeñitos se desarrollan socialmente evolucionan emocionalmente, se descubre su competencia psicomotriz, se les prepara para ingresar a la primaria, se les nutre y se estimula su crecimiento neurológico, además de evitar accidentes a muy temprana edad, objetivos imposibles de alcanzar encerrados con sus abuelos, por lo general incapacitados para educar ni para pasar 12 horas encerrados con uno o más menores. Se le olvida la Ley de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes y pierde vista que en México existen 2 millones y medio de infantes y jóvenes de menos de 17 años que trabajan en violación abierta a la Constitución.

También se le olvida a AMLO que incumple su tercera promesa de campaña expresada ante la nación el 1 de diciembre de 2018 que a la letra decía: “Se mantendrán las estancias infantiles de la antigua Secretaría de Desarrollo Social y se regularizarán los Cendi promovidos por el Partido del Trabajo; ambos programas tendrán recursos garantizados en el presupuesto y pasarán a formar parte de las secretarías de Bienestar y de Educación Pública”.

Se le olvida que abandona a 315 mil niños, la parte más delicada, pura e inocente de nuestra sociedad y deja desamparadas a decenas de miles de madres que ya no podrán mantener a sus respectivas familias y las proyectarán a la pobreza.

¿Ése es un gobierno de izquierda que ve por el bienestar social o una estrategia electoral para ganar los votos de los abuelos y familiares de los pequeñitos, en la inteligencia que estos últimos no votan? ¡Horror! ¿Cómo atentar contra lo mejor de México, nuestros hijos?

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