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Emisiones, deforestación… ¡y calor!

Cero deforestación para el 2030 como medida de resiliencia ante el cambio climático es uno de los principales compromisos que firmó México a nivel internacional en la materia, fue la punta de lanza y se ganó el reconocimiento de la comunidad mundial por la decisión, allá en el gobierno de Felipe Calderón.

La vara se la puso altísima, sobre todo porque en el periodo donde se tomó el acuerdo la deforestación tan solo en Jalisco era de 25 mil hectáreas forestales perdidas al año (de 2010 a 2015 según Conafor); los estados de vocación forestal tenían sus propios problemas al respecto.

El objetivo que persigue la política de cero deforestación en el contexto de cambio climático tiene que ver con la conservación de zonas forestales que fungen con el servicio ambiental de captura de carbono, esto es, que son sumideros de dióxido de carbono que generamos ininterrumpidamente, principalmente los humanos con nuestras actividades industriales (aunque también es producto de un fenómeno tan sencillo como el respirar).

Al existir estos sumideros se evita que el carbono se acumule en la atmósfera y ocasione un efecto invernadero traducido en la concentración de temperatura en la biósfera, detonando efectos en cadena en perjuicio de los seres vivos.

¿Cómo va este compromiso a seis años de su firma? Mal, apuntando a que no se cumpla. Aunque sí se ha reducido de manera importante la pérdida de masa forestal (hablando de vegetación silvestre específicamente, no urbana) los niveles siguen siendo alarmantes.

De acuerdo con datos de la Conafor, en el periodo 2010-2015, en Jalisco la pérdida de biomasa se redujo de manera importante al pasar de 25 mil hectáreas anuales a mil 851, principalmente atribuido a la ganadería extensiva y a cambios de uso de suelo clandestinos para cultivos de aguacate y agave en municipios como Ayutla, e incluso en las inmediaciones de Áreas Naturales Protegidas como la Sierra de Quila, la carretera Mascota-Ameca, Mascota-Puerto Vallarta, y municipios costeros como Cabo Corrientes, Cihuatlán, La Huerta y Tomatlán.

Ahora, ¿qué tan verídicas son las cifras? Uno de los funcionarios encargados de hacer el levantamiento de la información en campo en todo el país para medir la masa forestal de los diferentes ecosistemas silvestres de México, es decir, que da seguimiento a los inventarios biológicos nacionales –cuyo nombre vamos a omitir- se sinceró con estudiantes de Agronomía en una plática que tuvieron.

Les dijo que era imposible alcanzar la tasa cero de deforestación pero que hacían lo que podían con las cifras. Sin más, admitió que los recolectores de información maquillan los datos oficiales, sobre todo los que envían a organismo internacionales como el IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) para no quedar tan mal con los avances.

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FV/I