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¿Adiós a la partidocracia?

Las recientes encuestas (BGC, Ipsos, El Financiero, Reforma y Parametría) coinciden en otorgar una amplia diferencia –algunas superior a los 20 puntos– a López Obrador respecto a sus adversarios, ventaja que se antoja irreversible y por lo cual la competencia por la Presidencia puede considerarse como saldada; el otro dato relevante que se desprende de los estudios demoscópicos consiste en la radical transformación que impactará el sistema político mexicano, específicamente en lo relativo a los institutos políticos. El primero de julio marcará un punto de quiebre y reconfiguración de los partidos políticos que han dominado el escenario electoral durante los últimos cinco lustros.

En efecto, los sondeos registran una drástica caída en la intención de voto hacia los partidos tradicionales, en lo relativo al Congreso. De acuerdo con la encuesta de El Financiero, el PRI perdería 13 puntos respecto al resultado de las elecciones de 2012, al pasar de 32 por ciento obtenido en 2012 a 19; el PAN pierde 5 al pasar de 26 a 21 y el PRD 12 al pasar de 18 a 6. Por su parte, el estudio de Consulta Mitofsky coincide puntualmente con las pérdidas registradas por el PRI (13) y el PAN (5), aunque al PRD le señala 13. Se trata, pues, de un castigo a los partidos tradicionales que contrasta con las intenciones de voto otorgadas a una fuerza emergente como Morena, que El Financiero señala con 44 por ciento y con el 40 de Mitofsky a la coalición de AMLO.

Estos números señalan que existen amplias posibilidades para que la coalición Juntos Haremos Historia pueda constituirse como la fuerza mayoritaria en la Cámara de Diputados. Sin embargo, hay otro aspecto que nos parece aún más relevante y que tiene que ver con la posibilidad de que se opere una profunda modificación en dos de las instituciones más desacreditadas entre los ciudadanos: los partidos políticos y el Congreso. En efecto, en el estudio de Mitofsky (2017) que califica la confianza en las instituciones, ambas aparecen con las calificaciones más bajas, 4.4 y 4.6 respectivamente. Ahora bien, no es casual esta dramática descalificación, sino que refleja de manera puntual la brecha y la desconfianza que existe entre el ciudadano de a pie y estas instituciones, que se expresa en una profunda crisis de representación, misma que sistemáticamente la clase política se ha negado a atender y menos solucionar.

Para el ciudadano de a pie, los partidos y el Congreso (diputados y senadores) representan entes parasitarios que gozan de enormes privilegios a costa del presupuesto de la nación. Un gasto que en 2018 alcanza la cifra de 6 mil 788 millones de pesos para el mantenimiento de los partidos políticos, además de los casi 5 mil millones presupuestados para la Cámara de Senadores y los 8 mil 439 millones para los diputados. Amén de que en el imaginario popular, la imagen del diputado o senador se encuentra ligada a la prepotencia y la corrupción.

Esta sanción electoral hacia los partidos tradicionales que han sido la viva expresión de la partidocracia y el vuelco hacia Morena cobra sentido en tanto este partido ha enarbolado como su principal bandera política la lucha contra la corrupción y la eliminación de los privilegios de la clase política. Aunque hay diversos actores de otras fuerzas políticas que han expresado demandas similares, ha sido Morena la única fuerza que ha colocado el tema en el centro de sus propuestas de campaña.

Desde esta perspectiva es plausible pensar que el arribo de esta fuerza política y su mayoría en el Congreso pueda traducirse en la implementación de una serie de medidas legislativas que, a la par que eliminan los privilegios de la clase política, enfoque sus esfuerzos a impulsar la participación ciudadana y su empoderamiento en la decisión de los asuntos públicos.

¿Habrá llegado el fin de la partidocracia?

@fracegon

JJ/I