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Reina el silencio en los pasillos de la Univa

RELAJADOS. Tazas de café, risas y enamorados desfilan por los espacios abiertos de la universidad. (Foto: Grisel Pajarito)

Se sabe que es semana de exámenes en la Universidad del Valle de Atemajac (Univa), campus Guadalajara, porque los pasillos de sus instalaciones lucen vacíos, ya que todos los alumnos se concentran en sus salones para dar comienzo a sus pruebas mensuales.

Son alrededor de las 10:00 horas y las puertas de la universidad se ven vacías, tranquilas; como si no hubiera nadie en el campus, pues la mayoría de sus alumnos están al interior ya sea estudiando o presentando sus tan ansiadas y privadas pruebas.

Por los pasillos, no dejan de desfilar las tazas de café y las computadoras de los pocos que descansan a las afueras, pues prácticamente sus alrededores se volvieron pertenencia de los docentes, quienes aprovechan la soledad del lugar para charlar o disfrutar del clima de la ciudad que se ha vuelto un poco más agradable. Su impecable uniforme azul con el nombre de la institución bordado los identifica.

Al interior, las aulas están repletas, no se escucha ni el más mínimo ruido, pues todos están bajo presión centrados en el papel que tienen al frente; unos contestan sin problema y otros lo miran con insistencia como si fuera a resolverse sólo, el deseo de cualquiera.

A las afueras del edificio dos se avecina el ruido de una charla; una conferencia hecha para estudiantes de ingeniería y que es el único evento de la mañana. A la entrada de este módulo, una mesa con una serie de folletos y carteles que hablan sobre la bolsa de trabajo que ofrece la institución espera a que salgan de los estudiantes para dar promoción.

Los que esperan para su próxima clase aprovechan para terminar sus trabajos, por lo que en el jardín principal las bancas están repletas; unos aprovechan para trabajar en sus computadoras mientras escuchan música, otros se sientan a platicar y relajarse un poco y hasta los que ven oportunidad de hacer un poco de relajo o pasar un rato con sus parejas.

La cafetería es otro de los puntos centrales, ubicada al pie del ingreso principal donde desde docentes, empleados y alumnos conviven mientras desayunan algo. Pareciera como si fuera la hora de comida de las carreras de salud, pues las batas blancas sobresalen en el lugar. Otros simplemente corren a los microondas que se tienen a un costado de este lugar para calentar su comida y concentrarse en las mesas verdes.

Fuera de este lugar hay una serie de lonas que anuncian los próximos eventos, como las clases de verano y un poco de la biografía del rector, así como pueden leerse en cada una de las esquinas de los edificios.

En punto de las 11 horas una tenue chicharra suena, señal de que la clase en turno ha terminado, por lo que los pasillos comienzan a tomar su forma natural con cientos de alumnos que pasan a prisa para llegar a su próxima clase. La mayoría viene formal, hombres con camisa, mujeres con traje sastre y tacones, tal vez su examen lo exige.

Al paso de unos 15 minutos, los papeles se invierten, pues aquellos que disfrutaban a las afueras de las aulas ahora deben de incorporarse a sus clases y los demás aprovechan para bajar a comer algo o incluso abandonar las instalaciones para aquellos que han terminado su día.

Su historia

La creación del instituto educativo es obra del padre Santiago Méndez Bravo. La Universidad del Valle de Atemajac nace en Guadalajara, Jalisco, en 1962 al margen de tendencias ideológicas, para apoyar el desarrollo de las personas desde su campo laboral, con el nombre de Instituto Pío XII.

A partir de un instituto para formación teológica de laicos, establecido por un jesuita, con herencia de deudas, Méndez Bravo inició su obra con 90 alumnos y la gestación de una universidad que lleva 54 años de vida.

Ordenado presbítero el 1 de noviembre de 1952, y tras cursar las especialidades en Letras Españolas y Humanidades Clásicas en la Universidad de Salamanca, España, vuelve a Guadalajara, encargándose en 1961 en esa ciudad del instituto orientado a la formación teológica de seglares. Comienza entonces a fraguarse la Universidad del Valle de Atemajac (nombre del valle donde está asentada la ciudad de Guadalajara).

En 1962 el Instituto Pío XII se convierte en la primera escuela de Periodismo del occidente mexicano, de la que egresan, en su primera generación, 12 profesionistas; en el ciclo 1967-68, la carrera pasa de ser técnica a universitaria.

La sensibilidad a urgencias sociales educativas y la capacidad de respuesta institucional se coordinan, y así surgen nuevas carreras en un instituto que al pasar los años cambia su nombre para ser cada vez más acorde con su identidad, hasta ser, en 1979, la Universidad del Valle de Atemajac. Redacción

JJ/I