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REQUIEM POR EL LIBRE COMERCIO

¿Cuáles son las libertades fundamentales: las de los seres humanos o las de las mercancías?

En el discurso y las estrategias desde los años 80 parecería no existir contradicción alguna. El ser humano libre es el consumidor o el empresario que no tiene restricciones de las colectividade. Entre menos impuestos y regulaciones existan podemos comprar productos más baratos y de mejor calidad, competir mejor, aprovechar mejor nuestras ventajas y ser más productivos, eficientes y felices. Al menos desde los años 80, luego de los shocks petroleros, la inflación, el estancamiento económico y el endeudamiento de los 70, la agenda del desarrollo ha ido sustituyéndose por la de la competitividad; la de la equidad por la de la productividad; la de los derechos sociales por la de la igualdad de oportunidades para entrar al mercado.

Sin embargo, las tendencias sociales y ambientales a nivel mundial distan mucho de haber generado los esperados beneficios generales que oferecía la liberalización. A cambio de ello se fortalecieron los movimientos proteccionistas y nacionalistas que cuestionan las estrategias llevadas a cabo. Sea desde las posturas xenófobas que enarbolan movimientos de ultraderecha en Europa, desde el liberalismo hacia adentro y proteccionismo hacia afuera de Donald Trump, desde las propuestas desarrollistas en AL, en todos los casos su éxito es el enojo social ante los resultados perversos de la liberalización de los mercados.

Sería absurdo pensar al mundo actual sin la preminencia de los mercados para allegarnos lo que necesitamos, así como para producir los bienes y servicios que nos permiten tener los ingresos con los que luego adquirimos los productos que consumimos, pero una cosa es admitir el dominio del mercado y otra pensar que opera libremente.

El mundo se convirtió en un absurdo social en el que megacorporativos generan fortunas para unos cuantos archimillonarios, al tiempo que las naciones entran en crisis financieras y se pierden los ingresos, las prestaciones, la estabilidad laboral y los derechos de los pueblos.

Ante el empobrecimiento creciente una salida fácil es culpabilizar a las otras naciones. El empobrecimiento de los ingleses es culpa de los europeos continentales, el de los estadounidenes culpa de los mexicanos y así sucesivamente. Es fácil eludir la responsabilidad del dizque libre mercado. Echándole la culpa a los otros, a los de afuera, Trump se presenta como campeón del comercio justo y de las causas populares norteamericanas, aún ante el G–7, al tiempo que por la vía de la política fácil favorece a los más ricos y la polarización social en los EU. Los movimientos ultranacionalistas asumen el poder en Italia y Austria y el libre mercado se convierte en el miedo o el desprecio a los otros.

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JJ/I