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¿Cuál es la razón por la que Enrique Alfaro Ramírez no disfruta, o al menos no lo refleja, la amplia ventaja que las encuestas dicen que le lleva a sus adversarios, particularmente a Carlos Lomelí Bolaños, a quien ubican en la segunda posición, y a Miguel Castro Reynoso, candidato del PRI, partido en el gobierno estatal?
¿Qué le preocupa a Alfaro? ¿Qué es lo que, al parecer, le quita el sueño y no lo deja reflejar la alegría o satisfacción de quien, de acuerdo con las controvertidas encuestas, estaría a punto de convertirse en el nuevo gobernador de Jalisco? ¿Qué puede evitar que el alcalde con licencia de Guadalajara disfrute estos momentos? A diferencia de Andrés Manuel López Obrador, quien confiado en el resultado de las encuestas se da, incluso, el lujo de bromear y hasta burlarse de sus contrincantes, Enrique es incapaz de soltar una sonrisa.
Nada menos la semana pasada, previo al tercer y último debate entre candidatos realizado el domingo, la Cámara de Comercio de Guadalajara dio a conocer una encuesta que realizó para este organismo el Centro de Investigaciones Sociológicas de México (CISM) en el que revelaron que Enrique Alfaro aventajaba a su más cercano perseguidor… ¡por 31 puntos! ¿Saben cuánto es en votos?
La mencionada encuesta arrojó el siguiente resultado: Enrique Alfaro, 49.9%; Carlos Lomelí, 18.9%; y Miguel Castro, 14.6%. ¿No es esto suficiente para que Alfaro mostrara otra actitud, si no de triunfalismo, sí de quien lleva esa amplia ventaja? Incluso, esta encuesta fue dada a conocer un día antes de la visita de Ricardo Anaya, entonces, ¿por qué esa actitud mostrada en la también muy comentada fotografía donde aparece arrinconado, alejado de su candidato presidencial y de su equipo de campaña? ¿Por qué ese rostro adusto que todos vimos en una de esas fotografías, donde emanaba más una mueca de enojo que de felicidad?
¿Por qué le es tan difícil a Enrique Alfaro emanar para sus simpatizantes esa actitud de felicidad que da saber, según la Canaco, que se tienen ¡31 puntos de ventaja!? Ante un escenario así, ¿no debe inyectarle a sus seguidores ese karma triunfador? No, no hay nada de eso. Al contrario, parece preocupado, enojado, molesto, inquieto, actitud que no es la de quien va muy delante de sus adversarios en la carrera por la gubernatura. Algo le preocupa.
¿Será, acaso, que esa imagen que muestra en público se debe a que sus golpes contra su otrora aliado, Carlos Lomelí, han sido simples tiritititos sin mayores consecuencias más que algunos espacios en los medios de comunicación? ¿O qué fue de aquella amenaza de que en la USB que mostró tenía información que sustentaría una denuncia penal en contra del morenista por presuntos ilícitos en el Instituto de Pensiones? ¿Y qué del audio donde el lopezobradorista “confesaba” un desfalco al Hospital Civil?
¿O será, quizás, que la realidad está muy lejana a la que dibujan las diversas encuestas y que la diferencia entre él y su más cercano perseguidor es mucho más reducida, casi con el riesgo de ser rebasado en lo que resta de los días de campaña? ¿O será porque a diferencia de hace seis años ahora no tiene un candidato presidencial que lo arrope como aquella ocasión lo hizo López Obrador y, en cambio, con quien hoy hizo campaña no tiene mayor atención más que para él mismo ante la arremetida en su contra con la filtración de videos y denuncias, como sucede con Ricardo Anaya?
No sé, todas estas interrogantes no tienen más que el propósito de encontrar una explicación del porqué Enrique Alfaro no disfruta su amplia ventaja en esta elección, actitud que parece haber contagiado al resto de candidatos alfaristas a las alcaldías metropolitanas, pues tampoco festinan un presunto triunfo como lo hicieron en 2015. Al tiempo.
ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.
JJ/I