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Preferencias

Es cosa fácil ser bueno: lo difícil es ser justo
Víctor Hugo

 

Ya nadie sabe cómo interpretar la información que proporcionan las encuestas. Se han manoseado tanto esos datos –ahora y en el pasado– que poco a poco dejaron de tener significado real para convertirse en una hidra de múltiples cabezas de entre las cuales no se sabe cuál es la verdadera. Hoy, las encuestas muestran en términos generales los mismos parámetros que hace meses, incluso que el año pasado cuando aún no se tenían claras las alianzas ni se había definido el candidato del PRI.

De manera que las encuestas y los estudios de preferencias electorales se convirtieron en una falacia que se diseña –afortunadamente no en todos los casos– para satisfacer los intereses del candidato o sus allegados. Hace unas semanas, alguno de los encuestadores más serios señaló claramente: las encuestas pueden servir para muchas cosas, pero no para saber quién ganará.

En las redes sociales, las metodologías empleadas para cada estudio son objeto de discusión: si es en persona, telefónico o por alguna red social; la cantidad de la muestra, los lugares dónde se aplicó y otros tópicos –como la forma de hacer la pregunta– que pueden incidir en el resultado cargando los dados hacia uno u otro lado.

Alguno de tantos comentadores internautas hablaba, por ejemplo, de que en la Ciudad de México los encuestados de un estudio fueron sólo de las delegaciones Iztapalapa, Álvaro Obregón y Tlalpan, las cuales eran ostensiblemente perredistas y, ahora, son incondicionales de Morena; y en el resto del país la muestra habría sido tomada de forma similar. Los resultados, desde luego, daban como ganador por más de la mitad de los votos a López Obrador.

Es por esos detalles que muchos de nosotros, de los muy pocos a los que les ha tocado que los busquen o les llamen, no responden con la verdad o simplemente dicen un no sé o de plano no dicen nada. Y es de ese dato aparentemente inocuo de dónde han surgido muchas de las dudas expresadas por los usuarios de las redes. En los sondeos que todos vamos haciendo en nuestro entorno, encontramos mucha gente que admite no haber decidido su voto todavía, pero también encontramos que una mayoría asegura que no lo hará por López Obrador.

El quid del asunto

Es aquí donde encontramos que las cuentas no cuadran y el tema amerita entrar al terreno de las elucubraciones. López Obrador ha tenido más o menos un tercio de los votantes en pasadas elecciones y se ha dicho que esta elección podría irse a tercios; sin embargo, en ningún momento se ha visto en los resultados publicados esa posibilidad. Entonces, ¿en dónde se encuentra la realidad, cómo terminará el 1 de julio?

Elección de miedo y odio

Muchos han insistido en que ésta será la elección del miedo; unos porque aseguran que Andrés Manuel López Obrador es hoy un mayor peligro para México todavía y, otros, porque afirman que continuar con lo que llaman PRIAN sería un nuevo golpe de corrupción y saqueo para el país. Otros más opinan que el odio acumulado hacia el gobierno del presidente Peña inclinará la balanza hacia cualquiera de los otros dos contendientes y dan a José Antonio Meade por acabado. De una u otra forma, el riesgo es real.

¿La elección de la pena?

Hace pocos días, un grupo de amigos platicábamos respecto de encuestas y resultados y ninguno parecía tener idea de qué sucederá el día de la elección. Sin embargo, alguno de mis acompañantes me dijo en corto que es José Antonio Meade quién más confianza le inspira, pero que le da pena decirlo pues, por la carga negativa del priísmo, teme a la controversia. Aun así, me confió que votará por él.

Surge entonces la pregunta: ¿cuántos penosos más hay que han decidido ya su voto, pero no dicen nada por temor a la polémica?

JJ/I