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El escenario mexicano para construir el bien común

Vivimos tiempos difíciles que nos exigen actitudes definidas y comprometidas. La corrupción y la impunidad en México tienen caminos infinitos. No podemos quedarnos en la pasividad provocada por el pesimismo y el miedo. El desaliento en muchos casos puede ser expresión del acercamiento simplista a la realidad e incapacidad por enfrentar los problemas.

Es necesario fortalecer la esperanza y animarnos a asumir de manera responsable nuestro compromiso ciudadano.

La situación financiera global nos afecta, como la devaluación a más de 20 pesos o la depreciación constante de nuestra moneda; la liberación del precio de las gasolinas, por ejemplo, acentúa que grandes sectores de la población sufran todavía una gran pobreza, la magnitud y la acentuada desigualdad que se vive hacen insuficientes los esfuerzos de los distintos niveles de gobierno, lo que provoca insatisfacción en muchos ciudadanos. Los bajos salarios, aunque hayan aumentado, no son suficientes.

Y se empuja la condición de migrantes económicos, y trasciende la incomodidad del canciller Luis Videgaray ante los señalamientos de monseñor Guillermo Ortiz Mondragón, obispo de Cuautitlán, en el foro sobre migración en el Vaticano, sobre el drama de los migrantes, ya que el Estado mexicano no atiende suficientemente esta realidad.

Para monseñor Ortiz los migrantes son chivos expiatorios a los que se señala como amenaza, cuando en realidad los migrantes contribuyen a la economía, a la cultura y a la sociedad a la que llegan. Trump usa a la religión como escudo para defender su política migratoria que separa a las familias. Con el argumento “cumplir la ley es bastante bíblico”, la vocera presidencial Sarah Sanders señaló que cumplir la ley es algo que se repite varias veces en la Biblia, pero no señaló qué ley es la que ampara la separación familiar.

La violencia en nuestro país es un hecho que lastima de muchas maneras. Todos desconfiamos de todos, y el crimen organizado se extiende por todas partes.

Un sicario no se pacifica con becas. Con el homicidio cotidiano de candidatos, policías y autoridades municipales el crimen organizado impone su autoridad sobre las estructuras del poder soberano. Se da más aliento a la selección mexicana que muestras de pésame y solidaridad a las familias de más de 100 candidatos y candidatas asesinados. La violencia prospera en regiones donde los tres niveles de gobierno no se coordinan porque pertenecen a partidos políticos distintos. Las diferencias políticas originan falta de cooperación. Aquél que gane la Presidencia debe arrebatarle al crimen su soberanía sobre varios territorios.

Hoy nuestra sociedad no cuenta con instrumentos jurídicos que le permitan exigir al Estado la vigencia de los derechos y garantías reconocidos en la Constitución. Los ciudadanos carecemos de instrumentos para exigir su cumplimiento, se convierten con frecuencia en derechos de papel.

La participación ciudadana es mucho más que ejercer el voto; implica el interés por parte de los ciudadanos de acompañar e incidir en las decisiones de las autoridades en un sentido de corresponsabilidad.

El escenario político actual nos muestra que Morena se encamina a sustituir al PRI. Con el PES y el PT puede alcanzar la mayoría para aprobar reformas constitucionales, y otra vez estaríamos en el círculo del eterno retorno, con el regreso del presidencialismo, que llena el gobierno con los suyos, que influye en el Poder Judicial, con capacidad para dominar al Poder Legislativo.

Un presidencialismo con un abanico ideológico amplio, donde habrá desencuentros. Será estatista en unos temas y neoliberal en otros, proteccionista cuando le convenga y globalista cuando no tenga opciones. López Obrador será el restaurador del hiperpresidencialismo, cargando la esperanza y también los vicios. Se diluye así la esperanza de una democracia participativa, donde el ciudadano cogobierna.

El papa Francisco en Christifideles Laici es claro al afirmar que “para animar cristianamente el orden temporal los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la ‘política’; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común”.

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JJ/I