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Reforma estructural del sistema de salud

Si de algo han servido los planteamientos de los diversos candidatos a los distintos puestos de elección en el actual proceso electoral, ha sido para constatar su limitada y anacrónica concepción sobre el proceso salud–enfermedad y con la que los ganadores ejercerán sus funciones ejecutivas y legislativas, reproduciendo un modelo sanitario que de ninguna manera asegura el ejercicio pleno del derecho de los mexicanos a la salud integral.

En sus planteamientos sigue prevaleciendo una visión dicotomizada de la salud, privilegiando los aspectos biológicos y marginando los aspectos psicosociales. Mientras, en otros países como Canadá y Estados Unidos se está trabajando para impulsar un nuevo modelo en el que se reconoce al ser humano como un ente bio-psico-social y, por consiguiente, se le brinden servicios integrales de salud. Asimismo, sin descuidar los servicios de intervención en los problemas de salud, se deben fortalecer los servicios de prevención y los servicios de promoción de la salud.

Si fortalecemos y eficientamos los servicios de prevención y de promoción de la salud, los ciudadanos se enfermarían menos y ello implicaría ahorros muy significativos en medicamentos (que por cierto son bastante caros), materiales de curación y para cirugías, procesos de rehabilitación, etcétera. A la par, se lograría que los ciudadanos vivieran más y con mayor calidad. Por cierto, también es significativo que los candidatos escasamente se hayan pronunciado por acabar con los actos cotidianos de corrupción en la compra de medicinas, equipos, construcción de hospitales, etcétera.

Estos trascendentales cambios implican mayor participación en el sistema nacional de salud de psicólogos, nutriólogos, odontólogos, podólogos, entre otros profesionales, y no seguir ofreciendo servicios marginales y de baja calidad de los mencionados profesionales.

Particularmente, los servicios psicológicos profesionales se deben brindar con mayor cobertura y con mayor calidad, no solo en hospitales y centros de salud, sino también en escuelas, empresas, instituciones, reclusorios, entre otros escenarios.

Si los gobiernos federal, estatales y municipales invierten más en servicios psicológicos públicos, los mexicanos podremos vivir a corto, mediano y largo plazo con: mejor salud integral; mayor productividad académica; mayor productividad científica; mayor productividad laboral; menor criminalidad; menor corrupción; mejores relaciones interpersonales; menores niveles de pobreza; mayor unidad familiar; mejores relaciones de pareja; mayor bienestar social y mayores sentimientos de felicidad.

Está claro, necesitamos una reforma estructural del sistema de salud.

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