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Seamos optimistas, pero cautelosos

Se acabó el tiempo. El próximo domingo vamos a elecciones. Se vive un ambiente de optimismo y esperanza por las plataformas de los virtuales ganadores. Pero nuestra misma historia ya nos ha demostrado que la alternancia electoral no es suficiente para comenzar a mejorar el país. Recordemos la alternancia de 2000, que terminó siendo un sexenio desastroso. Seamos optimistas, pero cautelosos.

Las encuestas son muy claras. Sabemos quiénes son los virtuales ganadores de las contiendas a la Presidencia y la gubernatura. Esta tendencia de las encuestas no es casualidad, sino el producto de los liderazgos políticos de los contendientes. Pero las expectativas son igualmente altas y los candidatos han contribuido a acrecentarlas con sus mantras sobre “la cuarta transformación de México” y “la refundación de Jalisco”.

Pero en todo este ambiente de optimismo hay un supuesto tácito, que no se dice abiertamente, pero que está ahí, latente. El supuesto es que la solución para los problemas más apremiantes del país es tener más y mejor democracia. Me explico. Tenemos por lo menos desde finales de los 80 invirtiendo nuestro capital político en afinar el sistema electoral. Creemos que si logramos que el pueblo elija a los gobernantes de forma libre y verdadera entonces vamos a poder resolver los demás problemas del país. Primero arreglar la democracia, para luego enfrentar todo lo demás.

Desafortunadamente, nuestra misma historia ya nos ha demostrado que este supuesto difícilmente se cumple. Recordemos el caso de la primera alternancia con Fox en las elecciones de 2000. El sentimiento era muy similar a lo que vivimos hoy. “México ya, México ya”, decía el mantra de aquella campaña. Las imágenes de los spots transmitían muy bien este sentimiento. Quizá algunos recuerden. Primero, salían unas escenas de un México sombrío, en blanco y negro. Pero una vez ganando Fox, entonces los campos se llenaban de color y de personas derrochando alegría.

No obstante aquel optimismo, el mandato de Fox nos demostró que la democracia podrá ser un ingrediente necesario, pero está muy lejos de ser suficiente. Hubo elecciones reales y alternancia. El pueblo eligió a sus representantes de forma libre y real. La democracia funcionó, pero la presidencia de Fox fue un desastre en muchos sentidos. Si bien hubo estabilidad económica y avances significativos en materia de derechos humanos, los problemas más apremiantes del país prácticamente no fueron enfrentados de forma significativa. La pobreza, la desigualdad, la pérdida sistemática del poder adquisitivo, entre otros problemas, siguieron casi iguales.

Los problemas más apremiantes del país tienen causas que van mucho más allá de las elecciones. Esos problemas que los candidatos quieren erradicar tienen sus causas en el conjunto de reglas que determinan la convivencia cotidiana en los ámbitos económico y social. Si quieren erradicar la pobreza, entonces tendrán que meterse de lleno con las reglas que determinan como repartimos la riqueza. Si quieren erradicar la inseguridad, entonces tendrán que meterse con las reglas que determinan quienes tienen oportunidades en México y quienes no tienen otra salida más allá que participar en actividades delictivas.

Elegir un presidente o un gobernador es importante, pero no es suficiente. Salgamos a votar con optimismo, pero no seamos ingenuos. No cometamos el error de creer que con tener elecciones reales los problemas más apremiantes del país se resolverán en automático. Una vez electos, tenemos que presionar a nuestros representantes para que se metan de lleno con las reglas fundamentales de la convivencia económica y social del país.

 

Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)

JJ/I