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El último jalón

Dame pan y llámame tonto
Refrán popular

 

Se acerca la calma para todos los mexicanos que estamos ya más que hartos de tantos anuncios alusivos a las campañas. También, hay que decirlo, de toda la porquería que se han lanzado unos a otros, los candidatos a la Presidencia y a todos los demás cargos de elección en disputa este año.

No cabe duda de que si en algo son expertos los estrategas, asesores y consejeros de todos los candidatos es en sacar a relucir los datos controversiales enterrados en lo profundo de las vidas de sus respectivos opositores –ciertos o no– para desacreditarlos ante los votantes. ¿En realidad somos tan inocentes los electores mexicanos como para creernos toda la bazofia con que se cubren los suspirantes entre ellos?

Al parecer así lo creen los que diseñan las estrategias de campaña, aliados con los que investigan vidas y milagros de los contendientes que enfrenta su cliente. Entonces, de cualquier error, del más pequeño e inocente desliz, hacen un escándalo mayúsculo a través del turbio manejo de las redes sociales, en las que logran millonarias cifras de rechazo al opositor –eso que hizo es de pena ajena, aunque sea más falso que un billete de 3 pesos–, emparejadas con millonarias muestras de apoyo, likes les dicen, a favor de su pupilo. Como atinadamente señaló hace cuatro siglos el cardenal Richelieu, primer ministro del rey Luis XIII de Francia: “Los grandes incendios nacen de las chispas pequeñas”.

Así, incendiados como están todos candidatos y partidos, organizaciones sociales, asociaciones empresariales y hasta los ciudadanos, llegamos a este punto casi al final de las campañas: con las reatas bien tensas, rogando que no se revienten en el último jalón.

Amaestrados

Hemos descubierto toda clase de embustes y triquiñuelas que, repetidos una y otra vez durante lo que va del siglo, ya no lo parecen tanto y se asemejan más a lo que se ha vuelto normal. Hemos sido amaestrados, poco a poco, como animalitos que simplemente adquieren el hábito y reaccionan, o no, según se espere de ellos. Dijo Simone de Beauvoir que “lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra”, y parece ser que la razón le asiste, a la luz de los hechos que vivimos ahora en nuestro querido México.

Prototipo

Dice el refrán que por la muestra se conoce al paño, y creo que en el caso de Enrique Alfaro los jaliscienses hemos tenido más que suficiente para saber que es prepotente, despectivo y además gobierna guiado por sus caprichos. Alfaro se aferra a su parecer, como dijo San Agustín, no por verdadero, sino por suyo, y es así como decide, por encima de la opinión de grupos y mayorías. En sus acciones han quedado los rastros de indiscretos negocios impulsados o, por lo menos, permitidos por él.

Pueden destacarse sus excesos en materia inmobiliaria –donde impuso cambios de usos de suelo y vendió a precios de risa predios municipales–, atacó a las tradicionales calandrias para cambiarlas por remedos eléctricos que son sin duda un jugoso negocio, la cancelación del contrato de parquímetros y su cambio por una aplicación para teléfono inteligente que deja también importantes ganancias. Caprichos impuestos por Enrique Alfaro para sus asociados.

Parejera

Es tanta la preocupación del candidato de Movimiento Ciudadano ante el avance del aspirante de Morena Carlos Lomelí que ha movilizado a sus asesores mediáticos para incrementar y viralizar la guerra sucia en su contra. Es también evidente que se está apoyando en sus aliados para revivir información de asuntos judicializados de los negocios del doctor, empresario y candidato.

Todo parece indicar que los resultados del 1 de julio son imprevisibles y podría haber sorpresas.

@BenitoMArteaga

JJ/I