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Ciberguerra oculta

Es inevitable, dicen los expertos, que en las próximas elecciones se presente o que quizás ya se haya presentado algún tipo de manipulación o injerencia a través del Internet y las herramientas tecnológicas.

Pero la realidad es que, fuera de observar las experiencias recientes en otros países, el posible hackeo de las elecciones no ha dominado las preocupaciones de la opinión pública durante las campañas. Las armas ya se conocen, bots, noticias falsas, espionaje y chantajismo en redes sociales. En el más grave de los casos, un posible ataque al PREP.

El año pasado, algunos columnistas y actores políticos alertaron sobre la necesidad de prepararse ante una intervención del gobierno ruso. Si es verdad que hubo injerencia de ese país en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en la campaña del voto por el Brexit y en el referéndum independentista de Cataluña, la lógica es concluir que Rusia pretende atentar contra los modelos democráticos de Occidente.

Curioso, pues si queremos rescatar algo de las lecciones históricas no hay que olvidar que Estados Unidos ha hecho de Latinoamérica su laboratorio político–electoral apoyando gobiernos que favorecen a sus intereses y frenando el avance de los que no le simpatizan.

En realidad, la paranoia sospechosista de que oscuros agentes intentan minar nuestra democracia a través de la tecnología no es cosa nueva.

En 2016, la agencia de noticias Bloomberg entrevistó a un supuesto hacker colombiano de nombre Andrés Sepúlveda quien, armado con pesada artillería digital, fue capaz de manipular sentimientos en redes sociales y espiar a la competencia en su operación a favor del entonces candidato priista a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto. Y bueno, después de esa revelación, poco más se ha sabido del caso.

Lo que sí sabemos con certeza es el episodio de la contienda por la presidencia de 1988, antes de que se masificara el uso del Internet, cuando una falla en el sistema le dio la victoria al candidato priista Carlos Salinas de Gortari pese a que previamente se avistaba una clara ventaja para el perredista Cuauhtémoc Cárdenas.

Sobresale que ahora, ante la poca importancia que parece dársele a las amenazas tecnológicas y que las redes sociales están prácticamente despejadas de vigilancia, existe actualmente una sobrerregulación de la propaganda electoral en los medios de comunicación electrónicos (radio y televisión), pues todavía vivimos azorados por el fantasma de la guerra sucia en la elección de 2006. ¿Depositamos nuestras sospechas en los medios equivocados? 

Lo que deberíamos preguntarnos es qué significa que cada vez que haya elecciones en algún país se espere una interferencia tecnológica. ¿Es que acaso está en marcha una ciberguerra fría que no vemos, en la que juegan tanto los estados como agentes económicos independientes?

JJ/I