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Sobre la elección y más allá…

Llegó por fin la hora. Este domingo los mexicanos salimos a votar por nuestro próximo presidente. Las encuestas predicen una abrumadora victoria de AMLO, con el agregador Oraculus dándole una intención de voto de alrededor de 50 por ciento. El resultado parece irreversible a menos de una semana de la decisión electoral.

El estado de ánimo que se percibe en la sociedad es de agotamiento. Fue una campaña muy desgastante por lo destructivo y divisivo de los mensajes. No vimos candidatos que se debatieran sobre cómo construir un proyecto para el país, sino enemigos que se tiraron con todo para tratar de destruir sus reputaciones. Es como ver un partido de futbol en el que predominaron las faltas y amonestaciones en lugar de las jugadas y los tiros a gol, que es el verdadero objetivo del juego. Queda un mal sabor de boca y, lo que es peor, una sociedad muy polarizada.

Nos hemos llenado de etiquetas como chairos y fifís que acentúan lo que nos divide en lugar de lo que nos une como mexicanos y como seres humanos.

¿Qué sigue ahora? Salir a votar con convicción y respeto por el candidato que nos convenza más o por el que nos disguste menos, y después aceptar la elección de la mayoría y empezar a tender puentes con quien resulte victorioso.

Hay tres cosas que creo que vale la pena tener en mente en lo que promete ser una de las transiciones más complicadas de nuestra democracia.

Primero, cómo vamos a atender el enojo legítimo de los ciudadanos. Si AMLO gana lo hará por sus méritos, pero quizás lo hará aún más por los deméritos de los políticos de los partidos que nos han gobernado hasta ahora. El nuevo presidente tendrá que transformar la tan mentada solución de “con honestidad y acabando con la corrupción” en acciones concretas que tengan resultados pronto.

Quizás no vivir en Los Pinos, vender el avión presidencial y trabajar todos los días de forma sencilla tengan un impacto mediático las primeras semanas, pero luego los ciudadanos vamos a querer ver más… Tendrá el reto de transparentar cómo el dinero que se está ahorrando por una lucha efectiva contra la corrupción se empieza a transferir hacia los programas que ha prometido.

Segundo, no todo lo que han hecho las administraciones pasadas está mal. Hay mucho que rescatar de las reformas, de la política social, de la política económica, de la política exterior o de la política de ciencia y tecnología. Esperemos que no caiga la nueva administración en la ineficiente práctica de empezar todo de cero, porque hay proyectos que necesitan más de un sexenio para dar frutos y si se interrumpen se tira el dinero y el tiempo a la basura.

Hay que aprovechar el periodo de transición para encontrar mecanismos de continuidad de lo que sí funciona y en todo caso de reconducir lo que se puede hacer mejor.

Tercero, reflexionar sobre por qué esta elección resultó tan insatisfactoria. Este punto no es exclusivo de México y se trata de una decepción generalizada a nivel mundial con el statu quo. Pero en nuestro país tenemos que plantear refundar los institutos políticos con ideas que ya están obsoletas, pensar en mejores maneras de comunicar a los actores políticos con los ciudadanos porque las formas actuales suenan falsas y acartonadas y agilizar los mecanismos democráticos para que la participación ciudadana no sólo se concrete cada que hay una elección, sino que pueda canalizarse en iniciativas concretas.

La tecnología puede jugar un rol fundamental. Hoy el pulso digital de los ciudadanos vive en el caos de las redes sociales, pero mañana podrían construirse las plataformas para que los ciudadanos opinemos sobre propuestas concretas del gobierno, propongamos iniciativas ciudadanas y nos apuntemos a participar en acciones concretas. Suena a ciencia ficción, pero ya hay personas trabajando en este tipo de proyectos… y cómo dijo Chicharito, ¡imaginemos cosas chingonas!

@ortegarance

JJ/I