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Millones bajo el agua

Los 800 millones de pesos de deuda que contrató el Siapa en 2016 para diferentes obras de mitigación de inundaciones prácticamente ya fueron ejercidos en su totalidad y los proyectos, terminados.

Entre ellos figura la ampliación del vaso regulador de El Deán, colectores en Paseos del Sol para evitar inundaciones en Plaza del Sol, un colector colosal de casi medio kilómetro de largo debajo de Lázaro Cárdenas -a la altura de los Arcos del Milenio- para que no suba el agua en ese punto con las lluvias, el entubamiento del arroyo de Atemajac desde Federalismo hasta Alcalde con adecuaciones hasta el Periférico, y un colector adicional en Acueducto, por mencionar los proyectos estrella de esta endeudamiento.

La visión de estas obras es sencillamente ampliar la capacidad de la infraestructura urbana para acopiar el agua de lluvia, pero si ésta es constante y copiosa, lo único que harán es demorar unos minutos más la inundación, en lo que se llenan los colectores y entonces sí, al saturarse éstos y el drenaje, comienzan las anegaciones hasta que finalmente las avenidas se convierten en rápidos y la ciudad se vuelve el peor lugar para estar.

Es decir, se van meramente a la mitigación pero en ningún momento se trabaja simultáneamente en otro de los tantos problemas asociados que inciden en las inundaciones como es la urbanización en zonas altas que deberían ser zonas de recarga, la invasión de ríos y arroyos con infraestructura y la falta de superficie con capacidad de infiltración natural.

Con el poco tiempo que tienen de terminadas todas estas obras mencionadas ya han mostrado su ineficiencia: El vaso ampliado de El Deán no fue suficiente para contener la lluvia del 21 de junio que causó severas inundaciones en 76 casas y calles donde además de vecinos, automovilistas y usuarios del transporte público estuvieron en riesgo.

El colector de Acueducto, en otro de los casos, demostró que no fue suficiente para contener el río que se formó sobre esa avenida el 10 de junio, que dejó en el imaginario colectivo la estampa de automóviles arrastrados por la corriente como si se tratara de canoas.

Y uno de los más lamentables fue el caso de Lázaro Cárdenas, que a seis días de inaugurarse el colector por el gobernador hubo una crecida de agua en la avenida que inmediatamente el Siapa atribuyó a una infraestructura vieja que no funcionó. Eso sí, los pretextos han estado a la orden del día.

Pero no nada más son esos problemas, también ha habido obras de infraestructura urbana de movilidad que han sido nocivas para vecinos. Es el caso del túnel de Ávila Camacho y Américas y la estación La Normal, ambos relacionados con la Línea 3 del Tren Ligero.

El túnel, que se inauguró en enero de este año para dejar espacio en superficie a la estación Basílica, se ha inundado tres veces este temporal a un grado que ha llegado a estar cerrado dos días por el alto nivel del agua. No es de gratis, para esa obra se impactó un manto freático y se obstruyó su libre flujo por el subsuelo; ahora, recargado con las lluvias, debe salir por algún lado.

En Alcalde Barranquitas la situación es lamentable, pues lejos de resolver a quienes se ha afectado por el desvío de un arroyo subterráneo para la construcción de la estación La Normal, el titular de Siteur sugirió a quienes con cada tormenta se inundan a partir de la obra que mejor se retiren del barrio. ¿Es posible que el gobernador permita esta clase de trato a quienes son víctimas de obras diseñadas sobre cuerpos de agua que reclaman su espacio?

Del Siapa son 800 millones de pesos, del túnel de 270 millones y la estación La Normal forma parte de los 3 mil millones de pesos de la Línea 3, pero mientras no se atiendan los problemas de manera integral y se sigan obstruyendo cuerpos de agua, las inversiones en mitigación seguirán siendo dinero desperdiciado. .

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