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La elección, una historia de dos discursos

Dos discursos se quedarán grabados en la memoria colectiva de los mexicanos al recordar estas elecciones históricas en el futuro. El de José Antonio Meade a las 8:08 pm y el de Andrés Manuel López Obrador a las 11:12 pm.

Ambos discursos cerraron una pinza de tranquilidad en momentos de ansiedad y demostraron que la democracia mexicana tiene una madurez que pensábamos que no tenía. Prevaleció el interés de México por encima de los intereses personales o grupales.

El discurso de Meade fue significativo por muchas razones. Resalto tres.

Primero, por el timing. Poco después de que cerraran las casillas y mucho antes de que se pronunciara el INE, el candidato del partido en el poder salió a admitir su derrota y reconocer la victoria de AMLO. Estando acostumbrados a elecciones en las que todos se declaran ganadores y predomina una actitud de “voto por voto, casilla por casilla”, una admisión de derrota tan temprana fue una gran demostración de madurez política.

Segundo, por el tono. Meade fue humilde y conciliador. Después de meses de escuchar a los candidatos atacarse en una campaña particularmente sucia, fue como un bálsamo escuchar a Meade hablar positivamente de AMLO y pasar a una narrativa de buscar puntos en común.

Tercero, por el trasfondo. Circularon rumores en la última semana de campaña de que podía intentarse un fraude electoral en contra de Andrés Manuel y revivieron los fantasmas del priísmo de antaño. El discurso de Meade desactivó inmediatamente todos esos miedos y marcó el primer paso de una nueva alternancia en el poder en México y el inicio de una muy necesaria refundación del PRI que sufrió la mayor derrota de toda su historia.

Entre Meade y AMLO hablaron Anaya, el presidente Peña y Lorenzo Córdova el consejero presidente del INE. Sin duda todos significativos, pero con un impacto mucho menor al del madruguete de Meade y que sirvieron como compás de espera para el discurso que todos estábamos esperando, el del ganador que luchó 12 años por ser presidente.

Del discurso de AMLO también se pueden rescatar muchas cosas. Yo rescato tres.

Primero, el traslado previo. Fueron impresionantes las imágenes del movimiento de Andrés Manuel desde su casa de campaña hacia la Alameda Central en las que se vio a grandes cantidades de gente buscando acercarse a él como lo harían con una estrella de rock o con personajes como el papa. Es inédito en México ver ese furor colectivo generado por una figura política y demuestra la ilusión tan grande que tiene el pueblo mexicano hacia la promesa de cambio que representa AMLO y la gran responsabilidad que éste tiene de cumplir con las expectativas.

Segundo, el tono. El AMLO que dio ese discurso no lo habíamos visto antes y algunos pensábamos que ni siquiera existía. Después de verlo ser provocador y a veces un poquito radical en sus actos de campaña, sorprendió con un discurso responsable y conciliador. Apareció el AMLO presidencial hablándole tanto al 53 por ciento que votó por él, como al 47 por ciento que no lo hizo.

Tercero, la tranquilidad. En un momento traumático para los que temen sus políticas, particularmente empresarios e inversionistas, AMLO fue tranquilizador. En su discurso garantizó la continuidad de aspectos críticos para la estabilidad del país: la libertad empresarial, la autonomía del Banco de México, el cumplimiento de los compromisos financieros. Fue claro en los aspectos que distinguen su propuesta como la lucha contra la corrupción y el énfasis en eliminar la pobreza, pero lo hizo dando a entender que lo haría tomando en cuenta a todos los mexicanos.

Me quedo tranquilo porque creo que, aunque México entra a una etapa de muchos retos por la transición tan compleja que le espera, lo hace en un entorno de estabilidad y de madurez institucional que muchos dudábamos que fuera a prevalecer.

@ortegarance

JJ/I