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Resaca

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy, todavía plantaría un árbol
Martin Luther King

 

Han pasado nueve días desde que, en la elección del 1 de julio, los mexicanos decidieron dar la oportunidad de gobernar el país a quien hacía su tercer intento consecutivo: Andrés Manuel López Obrador. De nada valieron las advertencias surgidas de todas partes –incluidas las de medios, intelectuales y políticos extranjeros–, López Obrador ganó por amplio margen los comicios.

Quienes hemos sido opositores a ese propósito del tabasqueño y hemos expresado razones y reflexiones intentando sustentar nuestra actitud, no hemos terminado de asimilar los resultados, si bien los hemos aceptado. Más de una semana después seguimos padeciendo el mal que da título a este texto: la resaca, los malestares que se sufren al día siguiente, como consecuencia de una borrachera; sin embargo, la democracia es así y, como puede ganarse por un solo voto, también se puede triunfar por muchos, como fue.

En medio del malestar de la cruda realidad, no deja de incomodar la insistencia necia de los fanáticos seguidores de AMLO que machaconamente restriegan, en la cara de todo aquel que tenga la paciencia de oírlos, los miles de razones por las cuales ganaron, luego entonces, contra todo pronóstico de la sensatez –que no de las encuestas, que ahora sí atinaron–, se hicieron con el triunfo y, ahora sí, todos los males que los aquejan –a ellos, pues ahora son ellos el país y nadie más– desaparecerán.

Señales encontradas

A lo largo de los 10 días transcurridos desde los sufragios, López Obrador ha sostenido reuniones con diversos grupos, en un esfuerzo de transmitir la tranquilidad que ofrece una continuidad, circunstancia que seguramente se tendrá muy apenas, pues antes y durante las campañas sus colaboradores cercanos y los miembros de su entonces sólo proyectado gabinete declararon en diversos foros y entrevistas que harían cambios, extremos en algunos casos, como los de las reformas energética y de educación, palabras aquellas en las que ninguna continuidad podía percibirse. De aferrarse a esas ideas, será –como ya hemos referido dijo San Agustín– no por verdadera, sino por suya, es decir, por capricho.

Acá en el rancho grande

En Jalisco los pronósticos también acertaron y ganó Enrique Alfaro, aunque con una diferencia mucho menor que la del triunfo de AMLO, ya que el doctor Lomelí sólo quedó unos 15 puntos por debajo, convirtiendo a Morena en la segunda fuerza política del estado por encima de los muy disminuidos PRI, PAN y PRD.

Aun así, Alfaro gozará de cierta comodidad para gobernar, aunque deberá negociar algunos temas con la ahora nueva oposición en el estado. De cualquier forma, la presencia de Movimiento Ciudadano creció y ahora gobernará sobre una cantidad bastante mayor de alcaldías y jaliscienses. En lo político, habrá que observar qué pasa con el gobernador electo porque, de acuerdo con las notas periodísticas y redes sociales, esbozó su posible salida de MC y un probable acercamiento hacia la nueva fuerza dominante en el país. ¿Será que AMLO no se equivocó cuando, no hace mucho, lo llamó “el traidorzuelo ese”? En todo caso, es un arte ceder en lo trivial, como bien dijo Doménico Cieri Estrada, y se ve que, para Alfaro, las lealtades siempre han sido eso, meras trivialidades del momento.

Poderoso caballero

Finalmente, volviendo a AMLO, por mucho que se haga ahora: antes del 1 de diciembre –reuniones tranquilizadoras o recuentos de promesas pendientes–, falta dar respuesta a la pregunta más importante de todas: ¿de dónde obtendrá el flamante presidente electo los recursos para cumplir? El Plan Nacional de Desarrollo que ya prepara nos dará alguna pista, pero nada será definitivo hasta que se siente en la anhelada silla del águila.

@BenitoMArteaga

JJ/I