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La ironía de Twitter

En Silicon Valley persisten las dudas sobre el futuro de Twitter. Le tomó más de una década volverse rentable y todavía no parece ser una de las favoritas de los inversionistas.

Jack Dorsey, su CEO, es uno de los pocos en la industria que especialmente cuida su imagen como liberal de izquierda, comprometido con causas sociales a favor de la diversidad y la tolerancia. Su peor pesadilla se hizo realidad cuando el ahora presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con sus discursos hostiles contra grupos enteros de gente, revitalizó a Twitter, cuyo futuro se antojaba más bien incierto hace tres años, ante una aparente pérdida de relevancia y el estancamiento en su número de usuarios.

Pero el mal sueño comenzó desde antes, cuando la red social se convirtió en el medio favorito de trolls y acosadores, además de ser la tribuna de la humillación y la venganza públicas.

Tiempo atrás, el discurso sobre Twitter era muy distinto. Se trataba de la gran promesa para la libertad de expresión que liberaría a ciudadanos oprimidos por sus regímenes. “¡La revolución será tuiteada!”, se exclamó ante el supuesto rol que tuvo la red social en las protestas en Irán de 2009 contra el entonces presidente Mahmoud Ahmadinejad, luego vinieron la Primavera Árabe y los Indignados de Puerta del Sol. Aquí en México, en el movimiento #YoSoy132.

Pero el problema no es simplemente que esas movilizaciones al final no consiguieron sus metas políticas. Sino que el papel que en realidad jugó Twitter o cualquier otra red social quizás no fue tan central como muchos teóricos de las revoluciones y entusiastas tecnológicos nos quisieron hacer creer.

Desde hace un tiempo, Twitter ha venido implementando una serie de medidas para disminuir el acoso. Una de ellas fue cerrar las cuentas de miembros pertenecientes a supuestos grupos de odio, de la que después se retractó (muchos nacionalistas blancos y miembros de la ultraderecha ya tienen sus cuentas de nuevo).

El pasado lunes, el diario estadounidense The Washington Post reveló en exclusiva que, en este año Twitter habría suspendido cerca de 70 millones de cuentas falsas. Esto no les gustó a los inversionistas, pues visto desde una forma pragmática, se trata de una forma de minar el crecimiento de usuarios.

Ese mismo día, sus acciones cayeron drásticamente, pese a que este semestre ha sido el mejor en términos económicos en toda la historia de la red social.

Después de estas revelaciones, Trump tuiteó cuestionando si la purga de cuentas falsas “incluirá al fracasado New York Times y la máquina de propaganda de Amazon, el Washington Post, los que constantemente citan fuentes que, en mi opinión, no existen”. La ironía: el mayor troll y movilizador político de Twitter no es una cuenta anónima, sino el presidente de los Estados Unidos.

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JJ/I