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Las bases de un proyecto en marcha

Es inevitable que los nuevos gobiernos enfrenten diversos momentos que van de la sorpresa por triunfo –y más si es contundente– al crecimiento de las expectativas de cambio que se generan en la sociedad. Viene después el momento en que se asume el gobierno y es necesario desplegar las capacidades para una buena gestión, y que poco a poco se vayan obteniendo resultados que respondan a las exigencias y necesidades de los gobernados. Así se van ajustando los cambios esperados, los cambios posibles y aquellos logros que realmente se pueden obtener.

En Jalisco y en México ya hemos vivido experiencias de alternancia, y si algún aprendizaje nos ha dejado es el de la necesidad de ajustar las expectativas de lo que realmente se puede lograr con los cambios de gobierno. Es claro que como sociedad quisiéramos que los cambios fuesen radicales, de 360 grados; eso es imposible, sobre todo si nuestra aportación como sociedad es mínima. Esperar que todo cambie al cien por ciento por el impulso de quienes gobiernan a la larga genera frustración, además ha permitido dinámicas de regresión respecto de la democracia esperada. Los cambios efectivos, por mínimos que sean, requieren de la cooperación de la ciudadanía y por ello adquieren legitimidad y consistencia.

La reciente reunión entre los equipos de López Obrador y Pompeo marcan una pauta muy clara de que se pretende dialogar y sentar las bases para el futuro de las relaciones entre México y Estados Unidos, de que se trabaja en serio para abordar los ejes de una agenda de interés común. Es el primer paso para abordar los problemas asociados con la migración, desarrollo regional, el comercio y las implicaciones que pueden tener en esta nueva fase de las relaciones bilaterales.

Así como ha sucedido en relaciones exteriores, hemos podido observar cómo López Obrador y algunos de sus colaboradores más cercanos han empezado a tender puentes con diversos sectores y actores a fin de ir estableciendo el diálogo y los principales puntos de convergencia en lo que pudiera ser la política económica, de desarrollo territorial e infraestructura que el país necesita.

En otras palabras, Andrés Manuel López Obrador y sus principales colaboradores están poniendo las bases de lo que puede ser su plan de gobierno, la estrategia y la ruta por la que nos proponen trabajar a los mexicanos. Si bien es cierto que no alcanzarían seis años para llegar a las metas deseables, es muy importante considerar que desde ya están proponiendo un rumbo que pretende responder a esa buena selección que hemos hecho los mexicanos, van acortando el tiempo de los preparativos, trabajan ya en el diagnóstico en las distintas áreas, para llegar al gobierno con ideas y proyectos bien claros de lo que se ha de trabajar en el arranque y de ser posible durante el periodo de gobierno.

Hay quienes se sorprenden de que el futuro presidente y su equipo de trabajo sean noticia que acapara la atención, las primeras planas y las notas relevantes en los medios electrónicos, mientras se desdibuja la ya decadente figura del presidente en funciones.

Ánimo, pues parece ser un buen momento para mejorar la relación entre el futuro gobierno, los actores preponderantes de la sociedad y con el conjunto de los mexicanos, para que se sumen hasta quienes dudaban de esta nueva oportunidad. Los ejes de la política interior deberán estar centrados en una relación que anime a cooperar en el nuevo proyecto de nación, en vencer las inercias que sexenio tras sexenio nos han impedido crecer y desarrollarnos como país. Ha de comprometernos para enfrentar el rezago que existe en importantes regiones de México y desplegar nuestra capacidad para enfrentar los principales desafíos que tenemos en nuestras localidades, estados, regiones y como nación.

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JJ/I