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Dietario I ('Fragmentos', 2006)

(20 de marzo)

Fue muy extraño –y extraordinario– pasar mi cumpleaños cuarenta y tres en un restaurante de aeropuerto: deseaba que se alargara el tiempo, pues las despedidas me ponen triste, mal, a pesar de saber que un mes de viaje tarda eso: un mes.

(22 de marzo)

Esta mañana fui al Ex Convento del Carmen a una rueda de prensa y a hacer una entrevista a Marco Antonio Campos. Previne mi novela para ver si podía hablar a solas con él y resultó interesante la mañana. Le hice una excelente entrevista que, sin petulancias lo digo, dejó con el ojo cuadrado a todos. Pero eso no es extraordinario: conozco más o menos la obra de Campos y los demás no sabían ni su nombre correctamente.

A Marco Antonio le sorprendió verme allí y que yo recordara antiguos versos escritos por él y, su mano pasaba por mi espalda demostrando su gusto por la entrevista y el verme. Al final le pedí si podíamos hablar en privado y decidió que fuéramos al Café Madoka, que es de sus preferencias, según me dijo. Salimos y buscamos la calle y resultó una muy buena y amigable charla bebiendo café fuerte.

Me preguntó por mi vida actual –hacía diez años que no nos veíamos– y le compartí que me había casado con D.

Ya en el café conversamos sobre todo de Arreola y Rulfo. Hablamos como si el tiempo no hubiera pasado y, luego, le entregué el manuscrito de mi novela Miedo al vacío, que prometió leer a conciencia... Por cierto, ya establecido que D. –es decir tú– era mi mujer le dije que estabas en Roma y, como un asunto curioso y en broma, me dijo: “Se fue con Sandoval Íñiguez, ¿o qué?” y yo le respondí que era cierto. Aunque él bromeaba supo que era una verdad: que mi mujer viajaba a Italia con el cardenal.

Otra curiosidad: su libro se llama Viernes en Jerusalén (a donde también viajarás) y, el poema que yo recordé habla de su primer viaje, que fue, coincidentemente, a Roma. Nos causó gracia el asunto.

Ya acabado el café, le conté un viaje que hice a San Gabriel, realizado en 1997, y le expliqué que allí había nacido mi madre; volvimos, entonces, a recordar a Rulfo. Le manifesté que muy cerca estaba el orfanato –un día lo fue– Luis Silva, en donde había estudiado Juanito. Salimos rumbo a cada lugar de nuestras citas, pero lo empujé a visitar el lugar, que era el convento del templo de Jesús María, justo en la calle Morelos y Mariano Bárcenas; fuimos entonces y entramos un instante hasta donde se nos permitió...

Nos despedimos y reiteró los saludos para ti.

victormanuelpazarin.blogspot.mx

JJ/I