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“Serás muy científica…”

Durante junio pasado, un video del tercer debate entre los candidatos a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México inspiró memes y remezclas, divirtiendo a todo el Internet.

En él, la candidata de Nueva Alianza, Purificación Carpinteyro lanzó un dirigido ataque en contra de la ahora ganadora Claudia Sheinbaum, mofándose de su supuesta falta de experticia en materia de tecnología: “¡Ay Claudia!, serás muy científica, pero de Internet no tienes ni idea: ¿sabes qué es el big data?, ¿sabes qué es el Internet de las cosas?”, increpó “Puri” a la entonces candidata de Morena.

La actitud de villana de telenovela de Carpinteyro se volvió un chiste y pocos tomaron en serio su intento de desprestigio a la trayectoria científica de Sheinbaum, quien tiene estudios en Física e Ingeniería Ambiental y se ha especializado en investigaciones sobre cambio climático con alcance internacional. Lo que preocupa es que a las mujeres que se dedican a algún ámbito de la ciencia se les exija total dominio de los temas relacionados con la misma. El conocimiento se ha vuelto tan extenso que es imposible que una sola persona esté versada en todas las disciplinas científicas.

Es muy probable que la mayoría de los candidatos a puestos de elección popular de los pasados comicios, incluso los que tienen una extensa preparación académica, tampoco podrían definir con exactitud qué es el big data o el Internet de las cosas. Eso no lo sabe la mayor parte de la población en México. ¿Por qué entonces exigírselo a una candidata? ¿Se justifica porque tiene un perfil de investigadora científica en otra área?

Hace unos días, estuvo circulando un tuit sobre Alyssa Carson, una joven estadounidense de 17 años que desde la pubertad se ha preparado para ser astronauta. El tuit sugería entre líneas que la vocación por la ciencia y la disciplina de la joven eran una verdadera muestra de feminismo, a diferencia de las demandas de otras mujeres comunes y corrientes.

En la última década hemos visto verdaderos esfuerzos desde lo global hasta lo local para incrementar el número de féminas en la ciencia y en el sector tecnológico, al igual que mejorar su representatividad.

No obstante, el riesgo ahora es que esto se vuelva una exigencia para escuchar la voz de las mujeres. Es decir, lo que no es deseable es que el perfil profesional o el dominio sobre ciertas áreas del conocimiento científico y tecnológico sean utilizados para menospreciar a las personas.

Entre otros peligros del endiosamiento de la ciencia, éste es especialmente grave: ser un experto científico o técnico no eleva la calidad moral de nadie. Tampoco debemos exigirles a las investigadoras ser ‘mejores’ científicas, en el sentido de que deben de sobresalir o tener menos juicios errados, que el promedio de los hombres.

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JJ/I