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Hipocresía Manifiesta

Desde el nombramiento de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente electo de México la relación con la Casa Blanca ha mejorado notablemente. Washington ha adoptado un discurso de cooperación en materia del Tratado de Libre Comercio (TLC),  se ha eliminado su característica hostilidad e incluso se llevó a cabo la primer reunión entre una comitiva del gobierno de EU liderada por Mike Pompeo y el equipo de transición de AMLO, encabezado por el futuro canciller Marcelo Ebrard.

La cordialidad ofrecida por el republicano hacia su futuro homólogo mexicano es sorprendente, tanto que merece ser cuestionada. ¿Es AMLO santo de la devoción de Donald Trump? o ¿la luna de miel entre el magnate republicano y el presidente electo responde a un cambio de estrategia de los republicanos de cara a las votaciones intermedias?

Me inclino por la segunda. Como cada dos años, el 6 de noviembre los estadounidenses votarán para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, ambos hemiciclos controlados por el Partido Republicano. En lo que va del presente ejercicio legislativo los conservadores no han avanzado como les gustaría.  Los republicanos mantienen en el limbo las reformas que darían fin al programa DACA y Obamacare, la gran reforma sanitaria de su antecesor.

Un sondeo publicado por The Wall Street Journal y NBC News coloca al primer mandatario con un nivel de aprobación de 45 por ciento, el mismo nivel que Barack Obama a 18 meses de gestión. No obstante, dentro de los votantes que no aprueban su trabajo el asunto que más rechazo genera es la separación de familias en la frontera con México en 58 por ciento. Desde una perspectiva electoral el cambio de actitud busca conseguir votantes entre la numerosa comunidad mexicana en suelo estadounidense.

Otro foco rojo para la administración de Trump es el fortalecimiento del Partido Demócrata de EU. De acuerdo con la organización no gubernamental American Action Network los demócratas tienen una ventaja de cinco puntos en intención de voto para las elecciones parlamentarias.

Tras la derrota de Hilary Clinton los demócratas han decidido reinventarse. Alexandria Ocasio-Cortez es uno de los nuevos perfiles en la escena política de las barras y las estrellas; a quién sugiero no perderle la pista. Asimismo, la narrativa progresista encabezada por Bernie Sanders sigue tomando fuerza.

En conclusión, México dejará de ser el enemigo imaginario de Donald Trump debido a que el ajedrez político previo a las elecciones intermedias no le favorece. El acercamiento con AMLO busca ser capitalizado hacia adentro y no necesariamente significa una admiración genuina por el presidente electo. No descarto que esta hipocresía manifiesta constituya un escenario del cuál México pueda sacar provecho.

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JJ/I