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Mujeres a escena

Esta semana se concretó en México una red que pinta poderosa: La Liga de Mujeres en el Teatro. Lo sorprendente no es su génesis sino la velocidad de su efervescencia. 

Hasta la escritura de esta columna más de 170 mujeres cuyo quehacer profesional está vinculado a las artes escénicas nos habíamos conectado desde distintos rincones del país en pocas horas. Impresionante. Porque siguen y siguen sumándose mujeres cuyos intereses escénicos diversos reconocen, al margen de las diferencias, la posibilidad de hacer un frente común para visibilizar los lugares de nuestro propio quehacer.

Hace ya casi una década fui invitada al Festival Internacional de Cádiz como ponente en el Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en la Artes Escénicas. Mi participación abordaba el lugar que mayormente había ocupado la mujer en la escena mexicana: un cuerpo dócil, aquel que performa en escena la voluntad del director; no el espacio de intercambio de pensamiento o el de las ideas, no el reconocimiento de su propia creación. Recuerdo también haber expuesto los nombres de algunas mujeres que destacaban a pesar de esto en el ámbito de la dramaturgia, la dirección, producción o  creación escénica. Pocas. Seguramente existían más de las que cité, probablemente en varias partes del país, pero con un muy acotado espacio para su visibilización y reconocimiento.

El reto está en plantear espacios, políticas públicas y ejercicios de ciudadanía incluyente donde la perspectiva de género sea integrada. Propiciar discusiones, plantear objetivos, priorizar acuerdos, detonar provocaciones, mirarnos en relación a otras y a otros profesionales escénicos. Una red nacional de mujeres de teatro que funcione es de una potencia tremenda.

Personalmente no soy partidaria de las cuotas de género 50-50 sin un análisis situado del contexto en el que se proponen. También creo que es un momento histórico donde primero es pertinente crear lazos y redes fortalecidas, donde se generen precisamente las condiciones de discusión de lo diferente y lo común. En el modo en el que entiendo un espacio feminista, no se niegan las diferencias, más bien se plantea integrarlas. 

Ayer por la noche al preguntarle en a Ana Francis Mor sobre la cantidad de mujeres que se habían adscrito, su mensaje cerró así: “Este es el momento, esto ya no tiene marcha atrás”. Me fui a dormir con una sonrisa.

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JJ/I