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¡Viva el progreso!

Los trabajadores de la Línea 3 del Tren Eléctrico de Guadalajara trabajan a marchas forzadas. Y es que la obra, se ha dicho, debe estar terminada en octubre −debía estar lista antes, pero los trabajos con la tuneladora se retrasaron un año porque las entrañas tapatías resultaron difíciles de perforar. Supongo que la entrega debe ser un tema prioritario para el gobierno del estado: no creo que Aristóteles Sandoval, gobernador en Año de Hidal… perdón, gobernador en funciones, esté dispuesto a que sea Enrique Alfaro, su inminente sucesor, el encargado de inaugurar el que se ha presumido como uno de los más grandes proyectos de la administración saliente. El tiempo, pues, apremia.

Como el tiempo apremia, quizá por eso sus realizadores han decidido dejar de lado algunos detalles importantes como, por ejemplo, el sistema de desagüe. Ayer Héctor Castañón, de !Tómala!, compartió en su cuenta de Twitter (@hektanon) una foto en la que se puede ver un flamante tubo de PVC −un bajante− instalado por fuera del muro en una de las estaciones. ¿Olvido? ¿Error de diseño? ¿Improvisación? ¿Todas las anteriores? ¿Es esa una solución de vanguardia para un proyecto de esa magnitud? El diablo está en los detalles, dicen.

Otra que también involucra agua: si un día le toma la tormenta y usted circula por Ávila Camacho, de Plaza Patria a carretera a Tesistán, no se sorprenda si le llueve sobre mojado: desde las vías caen sobre los autos que circulan pegados al camellón sendos chorros de agua. Estos chorros, combinados con el pésimo estado en el que se encuentra el asfalto de la ruta, hacen que circular por ahí en días de lluvia sea un deporte extremo, no se diga en el cruce de carretera a Tesistán y Periférico. ¿Va a alcanzar el tiempo para arreglar las vialidades? Seguramente no pero, ¿a quién le importa? Lo que urge es que el tren esté en circulación lo antes posible.

Los estragos que está dejando la Línea 3 son muchos. A la lista se incluye la pesadilla de los vecinos de la colonia Alcalde Barranquitas, a quienes prácticamente les dijeron que mejor se salieran de sus casas luego de las recurrentes inundaciones de aguas negras provocadas por la obra. Sumemos, también, a aquéllos que vieron aparecer cuarteaduras en sus casas, resultado de las vibraciones provocadas por el paso de la tuneladora en toda la avenida Alcalde. Y del entorno mejor ni hablamos: la ex glorieta de la Normal es ahora una plancha de concreto y las estaciones al aire libre son un mamotreto horrible, imprácticas y una ofensa descomunal contra el paisaje urbano.

Y así, con una interminable lista de pendientes, el tiempo se agota. Con el estado en crisis, Aristóteles Sandoval se aferra a la Línea 3 y los tapatíos, como los habitantes de Springfield en Los Simpson, esperamos con ansia el primer viaje del fallido monorriel. ¡Viva el progreso!

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JJ/I