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Dietario (4) (2004)

25 de mayo

Nunca, hace 11 años, pensé en asistir a una misa en memoria del cardenal asesinado Jesús Posadas Ocampo. En ese tiempo, consternación. Dudas. Miedo. La calle sola por la tarde. Salí yo al café para discutir con un amigo de aquel tiempo –1993– la edición y las correcciones de mi primer cuaderno publicado: Puentes.

Ayer por la tarde, en compañía de D, escuché una de las misas más sentidas de parte del cardenal en turno: fue extraña. El templo casi vacío. El mundo casi vacío.

El miedo es nuestro peor enemigo.

Pero, ¿hay razones para temerle al mundo que habitamos?...

...lamentablemente, la respuesta es: .

* * *

Creí haber ya leído el libro Teoría poética de Pessoa, ahora sé que no. Al menos no a profundidad. Es una delicia “escuchar” tanta sabiduría en la disertación y en la prosa ensayística: no porque sea una enorme lucidez, sino porque el poeta portugués tiene una manera extraña y seductora de argumentar sobre cualquier tema literario y de la vida.

Era un verdadero loco –a la manera de los griegos–; me gustaría ser como él.

Las motivaciones intelectuales que me suscita la lectura de todo texto ensayístico de Fernando Pessoa me llevan, inexorablemente, a la necesidad que siempre –al menos desde hace un tiempo– a escribir textos reflexivos. Sin embargo, mis propósitos poéticos (postergados de momentos, pero latentes), narrativos (que están en primer orden de mi vida actual) y mis proyectos que tienen todos los géneros literarios, me enturbian un tanto para llegar a establecer una disciplina reflexiva que tanto le urge a mi vida. Estoy tratando de comenzar una parte (o fragmento) de un libro en el cual se incluyen por lo menos diez ensayos –El árbol de erizos–, mas no tengo la tranquilidad que requiero –o al menos eso me digo, o pretexto–; quiero encontrar la clave que me permita comenzar, pero no he podido. Lo voy a intentar en los días por venir.

Requiero del rigor. Necesito de la infatigable disciplina.

4 de junio

Había olvidado que Las infamias de la inteligencia burguesa, de Jorge Ruffinelli, era tan buen libro de ensayos. He disfrutado, sobre todo, los dedicados a Cesare Pavese: terribles y a la vez maravillosas descripciones, meditaciones y juicios sobre su poesía, novelas y, no puede ser de otra manera, de la vida de este exquisito escritor, muerto por mano propia a la edad de 42 años.

victormanuelpazarin.blogspot.mx

JJ/I