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Las revistas científicas

Por extraño que suene, la piratería es una estrategia que investigadores, académicos y estudiantes de todo el país utilizan ante los crecientes costos del acceso al conocimiento científico.

Una popular página llamada Sci-Hub, creada por una estudiante de posgrado de Kazajistán que se volvió famosa en todo el mundillo académico, se ha convertido en una útil herramienta para acceder a materiales que, de otra forma, tendrían un costo prohibitivo para el investigador o estudiante de posgrado promedio en muchas partes del mundo.

En la sociedad de la información, ¿por qué es tan costoso acceder a las publicaciones científicas de actualidad?

La respuesta está en el negocio de las bases de datos y de las editoriales científicas, las cuales cobran por el acceso a sus páginas cuando la mayoría del trabajo que las sustenta es realizado gratuitamente por investigadores; es decir, las editoriales no pagan a la gente que publica en sus páginas ni a la que revisa dichas publicaciones.

Me explico: los artículos de las revistas científicas los hacen científicos que viven de sus sueldos como académicos o investigadores. Cada artículo se somete a una revisión por pares en la que otros científicos de la misma disciplina revisan el trabajo y deciden si debe publicarse o no.

Ni los que publican ni los revisores reciben un peso por este proceso, pero las editoriales científicas sí cobran para permitir el acceso a los contenidos. Entonces, las universidades públicas y privadas, así como los centros de investigación, tienen que pagar licencias para que otros investigadores puedan ingresar a esas mismas revistas hechas, en cierta medida, por sus propios científicos.

¿Suena ilógico? Esa realidad es conocida por todos los que en algún punto de sus vidas se interesaron por la investigación. ¿Cuántos millones de pesos se gastan en esas licencias, muchos de ellos provenientes del erario?

Por haber intentado descargar todos los artículos de una base de datos académica con el fin de ponerlos a disposición de cualquier persona y democratizar así el desarrollo científico y tecnológico, un activista en Estados Unidos llamado Aaron Swartz fue víctima de una persecución política en su país que lo llevó a quitarse la vida en 2013.

Quizás su caso sea uno de los más dramáticos, pero obliga a reflexionar sobre las barreras que estos costos le ponen al conocimiento y los sinsentidos del ‘modelo de negocios’ de dichas editoriales.

Actualmente, los artículos científicos son la principal forma de diseminación de los hallazgos y el conocimiento en cualquier disciplina. Sería indeseable cortar de tajo con estos servicios que permiten a los investigadores hacer su trabajo.

Sin embargo, mientras las universidades y centros de investigación de todo el mundo no alcen la voz, se ve imposible acabar con esta lógica en la que impera la obtención de ganancias y no el avance de la ciencia. 

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JJ/I