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Con Peña Nieto, ¿cuál libertad de expresión?

El sexto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto está repleto de afirmaciones que son medias verdades, equivalentes a mentiras completas. La forma en que visualiza su sexenio es a través de numerosos datos que pueden ser precisos, pero que al descontextualizarlos, al evitar compararlos, al no vincularlos con otras variables y mostrar su verdadera dimensión, le permiten celebrar supuestos logros.

Por ejemplo, presume la cifra que se quiera sobre creación de empleos, la cual puede resultar cierta por sí sola, pero sin correlacionar que eso no impidió el aumento de la pobreza o que los sueldos son miserables. Ésa es una de las paradojas de sus afirmaciones: decir la verdad para mentir, para disfrazar la realidad.

De ahí que el discurso presidencial de Peña Nieto es una de las formas en que desde el escritorio se construye una realidad favorable a su gobierno, pero ajena a los ciudadanos. En su informe armó su particular percepción de la realidad mexicana que no coincide con lo que padecen los gobernados. O por lo menos la gran mayoría, como puede ejemplificarse con la seguridad pública.

Que informe de tales o cuales acciones para combatir a los grupos criminales se viene abajo cuando no la entrelaza con otras cifras, como las llamadas negras o cuando lo desmienten a través de su calvario las familias mexicanas que han sido víctimas directas o indirectas de los delincuentes.

Para intentar convencer a los mexicanos, Peña Nieto y su equipo utilizan figuras retóricas como la tautología: repetir un pensamiento expresándolo con las mismas o similares palabras con el objetivo de convencer o persuadir. Insistir con ese patrón de lenguaje permite confirmarles su visión a quienes son sus seguidores, poner, intentar meter dudas a los poco críticos y convencer a los desprevenidos, ingenuos o desinformados. Su estrategia de comunicación pública, a través de los videos en que aparece va en la línea, el uso de formas de comunicación para el control político-ideológico.

Un ejemplo de las mentiras es su mensaje acerca de la libertad de expresión en México. Lo dijo así: “Hemos sido un gobierno especialmente respetuoso de la libertad de prensa, de la libertad de expresión. Sí es cierto, habrá quienes habrán señalado, criticado, y esa crítica muchas veces ha enriquecido el quehacer del gobierno. Lo que no se puede dejar de reconocer de este gobierno es que hemos sido un gobierno democrático, un gobierno plural, repito, un gobierno respetuoso de la libertad de expresión, derecho que consagra nuestra Constitución”.

En el sexenio de Peña Nieto se ha asesinado a 45 periodistas y se registran más de mil 900 agresiones a la prensa, como reporta Artículo 19. El mes pasado la Relatoría Especial para Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó los asesinatos de otros dos periodistas mexicanos y por enésima ocasión, inútilmente, instó a las autoridades a investigar las posibles conexiones de los crímenes con la labor periodística de las víctimas.

El informe especial sobre la situación de la libertad de expresión en México, de los relatores especiales para la libertad de expresión de la CIDH y de las Naciones Unidas sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, publicado en junio, señala que los datos reunidos por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ofrecen un panorama “catastrófico” de la situación de los periodistas en México: desde 2010, 73 han sido asesinados, 12 han sufrido desaparición forzada y hubo 44 intentos de asesinato. Desde 2006, la CNDH ha registrado 52 ataques contra medios de comunicación.

No existe la libertad de expresión cuando los periodistas son asesinados, desaparecidos o amenazados sin que el Estado mexicano garantice su trabajo. La violencia contra los periodistas en nuestro país busca sofocar el debate público y la participación cívica, lo que constituye un ataque general a la esencia de la vida democrática en México a nivel local, estatal y nacional, expresan los relatores. Eso lo encubre Peña Nieto.

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