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Jalones, gritos y estirones

Prefiero los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría
Anatole France

 

Antes de iniciar sus mandatos, los titulares de los tres poderes han dado muestras de sus respectivos estilos para ejercer el poder. Mientras que ha habido algunas actitudes acordes con las expectativas, otras han resultado desconcertantes por inesperadas.

En Jalisco, por ejemplo, el gobernador electo Enrique Alfaro demuestra otra vez su carácter obcecado, prepotente y caprichoso. No es novedad. Volvió de sus vacaciones insistiendo en ordenar al ahora presidente electo lo que debe o no hacer con la estructura federal en el estado, cosa que seguramente sólo conseguirá aumentar la animadversión que López Obrador tiene hacia el “traidorzuelo”, como le llama.

Difícilmente AMLO aceptará la “sugerencia” que le hizo Alfaro en el marco de la reunión de la Conago, de cambiar de entidad a los coordinadores estatales que nombró. Eso desvirtuaría la intención política de Andrés Manuel para orientar la aplicación de sus programas sociales –y el ejercicio del presupuesto correspondiente–, a mejorar la posición electoral de Morena, especialmente en aquellos lugares donde no ganó, como en Jalisco.

Por su parte, el presidente electo ha resultado toda una sorpresa, por lo menos hasta ahora, antes de sentarse en la silla del águila. Ha dado la impresión de ser un auténtico demócrata, intentando impulsar temas relacionados con sus compromisos de campaña, como para empezar a cumplirlos aún antes de iniciar su mandato.

Así las cosas, AMLO pidió el concurso del saliente Peña Nieto para pasar en el Congreso algunas iniciativas de ley; también, ha instruido a los legisladores de Morena para iniciar acciones que reduzcan los altísimos dispendios en que incurren, tales como la asignación de cuantiosos bonos y costosos autos para los senadores. Su actitud conciliadora ha difuminado las dudas que generaba su llegada a Palacio Nacional.

Jalones…

Dos jaloneos marcan el final de la administración Peña, por un lado, y el arranque de la actividad en las cámaras, por el otro. Primero el protagonizado por el impresentable Gerardo Fernández Noroña, el clavadista, en su intentona para colarse al último mensaje anual del presidente Peña en Palacio Nacional y, después, el agarrón que el propio clavadista se dio con Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la cámara, cuando le reclamó por asistir a dicho evento en palacio al que fue, él sí, invitado. Pura envidia, pues.

Gritos…

Al grito de “es un honor estar con Obrador”, lanzado por la numerosa bancada de Morena, arrancó la 64ª Legislatura. Dijeron los legisladores morenistas que no se trató de mostrar músculo ni de apantallar a nadie, que la intención no fue apabullar a los diputados de los demás partidos, ni mucho menos que haya línea o intención de mayoritear en las votaciones camerales. Que simplemente fue la demostración de su alegría por haber obtenido, por fin, el tan buscado triunfo de AMLO y, para redondear, el cheque en blanco que recibieron en las urnas con la mayoría legislativa. ¿Será?

…y estirones

La estiradota que le dieron a la ley para otorgar la licencia, negada primero y concedida después –qué oso– al gobernador-senador de Chiapas Manuel Velasco. El susodicho político pidió licencia como gobernador para tomar protesta en el Senado, ahora se ausentará de ahí para terminar su periodo como mandatario, sin perder su chamba como legislador. Mediante truculenta gestión del senador Ricardo Monreal y el diputado Mario Delgado –aunque la nieguen– se hizo el trueque: el permiso para Manuel Velasco a cambio de cinco diputados que pasan del Verde a Morena, con lo que el partido de López Obrador alcanza la mayoría calificada. Como dice el refrán: por la muestra se conoce al paño.

Opinión de:

@BenitoMArteaga

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JJ/I