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¿México es un proyecto?

Para bien o para mal, la cuarta transformación del país está en marcha. Qué tan profunda será y el sentido que tomará es algo que aún está por verse. Bajarles el sueldo a los legisladores o llevar tuppers al Congreso no me parece que sea suficiente. Una verdadera transformación implicaría meterse de fondo con las reglas que estructuran la convivencia social, económica y cultural del país. Pero ¿por dónde comenzar?

Los filósofos de la antigüedad podrían darnos una pista. En el templo de Delfos, en Grecia, está inscrita una de las frases más celebradas de la filosofía occidental: “Conócete a ti mismo”. De acuerdo con esta frase, la única forma de tener claridad sobre el México que nos gustaría construir es comprender con profundidad el país que tenemos hoy y cómo es que llegamos ahí. El México actual no es casualidad, sino el producto de cientos de decisiones y eventos contingentes que han moldeado las reglas de la convivencia social del país. ¿Cómo puede un país conocerse a sí mismo?

Voy a proponer un método. Durante el verano tuve la oportunidad de entrevistar a Mary Ann O’Donnell, una antropóloga estadounidense basada desde hace más de 20 años en Shenzhen, China. Le comenté sobre mis intenciones de escribir un ensayo en el que pretendo identificar y discutir los momentos clave en la historia de México que nos ayuden a comprender el país que tenemos hoy. Le pedí su retroalimentación. Su consejo fue recomendarme un método, uno que ella misma ha usado en su trabajo académico: hacer el análisis a partir de asumir que “México es un proyecto”.

El método consiste en analizar eventos clave que estaban sucediendo fuera de México pero que tuvieron una influencia directa sobre el país. Implica alejarnos del supuesto de que México se ha formado a sí mismo para abrirnos a la posibilidad de que los grandes intereses internacionales han jugado un rol en moldear al país. Todavía no tengo muy claro cuáles son los acontecimientos que deberían entrar en el análisis. Sin embargo, en esta columna intentaré identificar tres eventos que contribuyen a entender mejor el México que tenemos hoy.

Primero, la Segunda Guerra Mundial. El evento es responsable de la industrialización del país. La guerra interrumpió la producción mundial y México encontró una oportunidad para industrializarse y comenzar a exportar su producción. La guerra también es responsable de la migración masiva de mano de obra mexicana hacia los Estados Unidos, lo que hoy se refleja en la importante cantidad de remesas que ingresan a nuestro país.

Segundo, la Guerra Fría. Ante las tensiones internacionales entre los bloques capitalista y socialista, México tuvo que decantarse por alguno de estos sistemas económicos. Nuestro país se inclinó por el capitalismo. A la larga, esta inclinación durante la Guerra Fría puede explicar la filosofía empresarial y de negocios que tenemos hoy.

Tercero, el Consenso de Washington. Durante los 80 y 90 los países capitalistas desarrollados impusieron su visión. Para nuestro país implicó la privatización del sector público, la reducción de los subsidios públicos, la apertura a la inversión extranjera y la desregulación de los mercados, entre otras reformas estructurales. A la larga, el Consenso de Washington moldeó de forma significativa el rol del Estado mexicano en la economía.

Por razones de espacio mi exposición es demasiado reduccionista. Además, estoy seguro de que debe haber otros eventos que deberían estar en esta lista y que quizá son más relevantes para esta discusión. Sin embargo, mi único objetivo es sostener que el método de pensar en México como un proyecto tiene potencial para ayudarnos a entender mejor el país que queremos transformar.

 

Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)

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JJ/I