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La historia la escriben los vencedores

Hidalgo tomó de manera pacífica Guadalajara, llegando a la villa de San Pedro Tlaquepaque el 26 de noviembre, en donde fue recibido por los miembros del Ayuntamiento de Guadalajara, del cabildo eclesiástico, de la Audiencia, así como por los representantes de otras corporaciones civiles y eclesiásticas; por José Antonio Torres y otros insurgentes. Por la tarde entró a Guadalajara en medio de la multitud; la euforia popular creció con el repique de las campanas de la Catedral, así como con la música a lo largo del trayecto que recorrió hasta llegar a la sede catedralicia y, sin embargo, del 12 de diciembre de 1810 al 13 de enero de 1811 decenas de civiles españoles fueron ejecutados.

Se habían rendido sin luchar, y cada noche se les mataba en un campo cercano. En su juicio, Hidalgo declaró que los ejecutados ascendieron a 350. Sus matanzas fueron deploradas y condenadas por el obispo Cabañas y despojaron al movimiento del respaldo de la clase criolla que simpatizaba con la Independencia.

Durante el juicio, Hidalgo aclaró que no propuso públicamente un plan de Independencia porque, de haberlo hecho, nadie lo habría seguido. Su propósito era restablecer a Fernando VII y luchar contra la tiranía francesa.

El obispo Juan Cruz de Cabañas se opuso a la insurgencia de Hidalgo por la violencia, y porque no había un proyecto claro de Independencia. Pero cuando una década después se dio un plan explícito, el obispo Cabañas fue de los primeros en aceptarlo y promoverlo; se involucró en los destinos de México y de Jalisco, y por apoyar la consumación de la Independencia quedó para siempre repudiado por su patria natal, España, a la que ya no pudo volver jamás.

La diputada María Antonieta Vizcaíno Huerta, oriunda de El Arenal, Jalisco, presidente de la Comisión de Cultura del Congreso, cuya vida gira alrededor del agave y del tequila, dictaminó que “se desecha la iniciativa de decreto que declara Benemérito del Estado de Jalisco a don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, y se ordena archivar como asunto totalmente concluido”.

Previamente, la diputada convocó a una mesa de trabajo y opinión con expertos historiadores y conocedores de la obra del obispo Cabañas para contar con elementos y concluir el dictamen.

Fueron convocados Arturo Camacho, doctor en historia del arte; Tomas de Híjar Ornelas, cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara; Juan José Doñán, experto en temas tapatíos; Jaime Olveda, doctor en historia; Armando Martínez Moya, profesor investigador de la Universidad de Guadalajara; Efraín Franco Frías, presidente del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, y Joao Rodríguez, representante de la Secretaría de Cultura de Jalisco. En términos prácticos, para el padre De Híjar Ornelas fue la sesión de un tribunal apresurado compuesto por tres fiscales, un defensor de oficio, un representante del pueblo, un perito y un testigo oficial.

En resumen, los tres fiscales argumentaron la no inclusión en la Rotonda porque Cabañas se opuso a la Independencia de México al ratificar la excomunión a Hidalgo. El defensor de oficio expuso que se trata del creador de un gran proyecto humanitario, que sigue vivo en la hoy Casa Hogar Cabañas. El defensor del pueblo atacó el maniqueísmo de los promotores de la historiografía ideologizada, orgánica y clientelar, y el perito habló del papel del señor Cabañas en la fisonomía urbana de Guadalajara. El testigo oficial opinó que las consultas eran positivas y no se pronunció al respecto.

El historiador Armando González Escoto señala que el tamaño de la visión del obispo Cabañas y de su concepto de la dignidad humana sigue vivo entre nosotros, pues el edificio que él construyó para estos fines es hoy patrimonio mundial de la humanidad. ¿Qué mejor reconocimiento podría tener?

Para el académico Rubén Alonso, subordinar la obra y el legado de un personaje a una lectura de la historia, siempre posterior, nos llevaría a una purga de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres de Jalisco, del muro del Congreso del Estado y de los libros de historia.

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JJ/I