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El centenario de Alí

Alí Chumacero muy joven se dio a conocer con Páramo de sueños (1944), luego le siguieron Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956).

Su último libro de poemas todavía no hace mucho se podía encontrar, en su segunda edición (1965), en espacios para libros de viejo y tiliches en Guadalajara. Yo me encontré sus Palabras en reposo en un altero de una tienda de cachivaches y antigüedades. Al paso de esa casa del Centro de la ciudad, me llamó la atención que al menos cien ejemplares intonsos se levantaran en la puerta de la casa, donde un anciano vendía de todo.

Durante muchos años Alí vivió en Guadalajara; fue aquí donde el futuro poeta hizo sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria; luego, en 1937, se trasladaría a la capital mexicana para así dar comienzo a sus estudios universitarios y a su obra poética y ensayística. Alguna vez Alí Chumacero dijo que había nacido en Nayarit, “pero uno es de donde hace la secundaria”: de algún modo Chumacero es también tapatío.

Quizás por eso, porque vivió en Guadalajara, fue donde encontré su último libro de poemas, que guarda la serenidad de la poesía clásica: con un lenguaje sin aspavientos, y con asuntos en los que son visibles la literatura griega, latina y del Siglo de Oro español; y es una secuencia de la tradición de la mejor poesía latinoamericana y, sobre todo, mexicana.

Palabras en reposo es un libro extraordinario, contiene algunos de los poemas esenciales no solamente del nayarita, sino de la literatura mexicana. Se ha dicho que México es un país de poetas, y la lectura de este singular libro lo confirma. Pese a su relevancia actual, al comienzo no fue tomada en cuenta; los años vendrían a confirmar lo sabido: lo que ahora goza de fama pronta, se olvida rápido; lo que camina con impulso propio tarda en ser esencial, pero lo logra. El reconocimiento que Alí cultivó de manera expedita fue gracias a su labor como editor.

Ya en 1940, en su estancia como estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México, junto a Jorge González Durán, Leopoldo Zea y José Luis Martínez, editó la revista Tierra Nueva, que duró apenas dos años, pero que introdujo a Chumacero en los círculos intelectuales. Fue en la UNAM que conoció al filósofo José Gaos, cuya amistad y obra le ofrecieron a Alí una perspectiva definitoria. Su mundo se amplió y fue reconocido por quienes ahora son las más altas personalidades de la literatura hispanoamericana, como Octavio Paz, Alfonso Reyes, Luis Cernuda, Gilberto Owen, y por quienes conformaron el círculo cultural que llegó a nuestro país como refugiados de la Guerra Civil española.

victormanuelpazarin.blogspot.mx

JJ/I