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Van dos identificados en Ciencias Forenses

Habitual. La actividad que se registra en torno al instituto no ha cambiado demasiado. (Foto: Grisel Pajarito)

Una sola familia, compuesta por 20 miembros entre primos, tíos, hermanos y padres, hizo guardia para identificar a un familiar reportado como desaparecido desde hace varios meses y cuyos restos podrían estar dentro del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF).

Les dijeron que uno de los tatuajes de las víctimas coincidía con el de su pariente. Sólo faltaba la identificación física. Con el cuerpo podrán velarlo, darle fin a ese episodio de angustia, dijo la madre mientras esperaba.

Desde temprano llegaron con varios niños que no tuvieron clases. Esperaron horas sentados en las bancas del jardín frente al instituto; en algunos lapsos se ponían de pie, caminaban; la charla nunca se agotaba.

De pronto, un empleado del instituto les llamó: corrió la mamá, le preguntaron algo, entró al edificio. Poco después salió con un cubrebocas. Dicen que el olor dentro de los descansos es insoportable.

Desde el fin de semana pasado identificaron a una persona y el jueves, otro. Los cuerpos corresponden a los 444 que descansan en las instalaciones del IJCF e incluso en tráileres refrigerados; tan sólo uno de éstos contenía más de 200, según se destapó tras la crisis por la acumulación de cadáveres.

Desde entonces, decenas de personas piden ver las fotos para intentar reconocer a sus familiares y que les hagan pruebas.

En los alrededores, el movimiento es el habitual: carrozas funerarias van y vienen, las necropsias tampoco se han detenido, como se afirmó. Los homicidios tampoco han cesado.

Otra señora compartió que su hijo desapareció desde marzo, lo denunció en abril, y mientras lo buscaba, alguien la llamó y amenazó: “Ya ni lo busque, no lo va a encontrar”.

Pero ella sigue buscando y todavía, dice, no ha perdido la esperanza de encontrarlo con vida. Si lo halla en el instituto será para terminar, si acaso, con el nudo en el estómago que no la deja comer, con la pregunta que le quita el sueño y la última llamada que fue su despedida: “Mamá, ¿que me dirías si fuera la última vez que hablara contigo?”.

Otras personas salen del instituto con el cubreboca, que lo mismo traen los médicos, empleados, gente de la funeraria y los propios familiares que pasan a identificar a sus queridos.

Ahí el olor a muerte es lo único que no desaparece. Es la constante. La madre de una persona desaparecida dice que si se cree que huele mal, entonces “cómo crees que es para nosotros: así puede oler mi hijo”.

Detrás del IJCF, donde están las dos cajas refrigerantes, la administración dispuso colocar un toldo para protegerlas del clima y para evitar miradas curiosas. También colocaron malla-sombra en las mallas ciclónicas, no parece que haya dos cajas con cadáveres.

Coordinación

Municipios como Guadalajara y El Salto han ofrecido espacios en sus cementerios para la inhumación de los cuerpos

da/i