INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Cincuenta años después, 2 de octubre no se olvida…

Pasaban de las ocho de la noche cuando sonó el teléfono de la casa.

Era Pedro Pablo, secretario general de la sociedad de alumnos de la vocacional, quien me preguntó, apenas tomé la llamada:

-¿Tienes una cámara fotográfica?

-Sí –le respondí– ¿Por qué?

-Llévala mañana a las escuela, temprano, nos vemos a las seis.

 -¿Para qué? –respondí–, ¿qué pasa?

-Averiguamos que apedrearán la escuela por la calle de Tolsá. Los de la Ochoterena que golpearon al compañero de la vocacional. Vamos a tomarles fotos para presentarlas a la prensa.

Todo comenzó el 21 de julio con el ataque que sufrió un alumno del turno vespertino de la vocacional, que llegó a la escuela bastante golpeado. Los agresores se dijeron alumnos de la preparatoria Ochoterena y el motivo de la golpiza fue que había invitado a salir a la ex novia de uno de ellos, dando pie a los enfrentamientos del día 22 que se prolongaron por varias horas, hasta hartar a los dueños de los comercios vecinos.

Aquel día 23 de julio llegaron los granaderos en respuesta a las quejas de los comerciantes de las calles aledañas: General Prim, Bucareli, Lucerna, Tolsá, Abraham González, y se interpusieron entre ambos grupos antagónicos. La persistencia de los estudiantes en la confrontación callejera provocó una desmedida represión de esa fuerza policiaca en nuestra contra. Hubo muchos detenidos en ese primer enfrentamiento entre estudiantes y policías; en los siguientes días habría más. Después, entraría el Ejército también.

Las protestas que ocurrieron en días posteriores se centraron en el rechazo a la brutal represión ejercida por los granaderos contra los jóvenes, adolescentes de 16 ó 17 años, a quienes contuvieron como si se tratara de delincuentes convictos amotinados en una cárcel.

El 26 de julio, fecha en que se conmemora la Revolución cubana, hubo dos convocatorias para manifestarse. La primera, con motivo del histórico asalto al Cuartel Moncada, en la que participarían estudiantes de diversas escuelas y organizaciones, así como miembros y simpatizantes del Partido Comunista Mexicano y que culminaría en un mitin en el Hemiciclo a Juárez en la Alameda de la Ciudad de México. La segunda, una protesta por la mencionada dureza de la Policía que debía terminar en el Zócalo.

Cuando esta última se acercaba a su destino, fue interceptada por la fuerza pública, que la reprimió, una vez más, con lujo de violencia, forzando a los manifestantes a replegarse hacia la Alameda. Ahí, tras poner al tanto a los participantes en el mitin, marcharon todos hacia el Zócalo y fueron nuevamente golpeados por los agentes, que no discriminaron entre manifestantes, transeúntes e incluso turistas, que fueron igualmente detenidos junto con muchos estudiantes. Por ese motivo, la Procuraduría General de la República invadió las oficinas del Partido Comunista Mexicano y detuvo a varios de sus integrantes, con lo que el movimiento comenzó a dejar de ser sólo estudiantil.

Así fue como, al grito de muera Cueto –en alusión al general Luis Cueto Ramírez, jefe de la Policía capitalina–, dio comienzo el Movimiento Estudiantil de 1968 que ha sido señalado como un parteaguas en la vida política y social del país. Aunque son muchas las versiones que se han manejado acerca del comienzo de estos eventos, así fue como sucedió en realidad.

Después de estos hechos, siguieron otros cada vez de mayor envergadura: el 30 de julio una nueva protesta culminó con el famoso bazucazo a la puerta de la preparatoria 1, en el colegio de San Ildefonso. Esto motivó la también famosa manifestación encabezada por el ingeniero Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, el 1º de agosto, la creación del Consejo Nacional de Huelga y la redacción del famoso pliego petitorio.

Muchas escuelas que estaban en paro fueron tomadas por el Ejército y la Policía, oficializando la huelga estudiantil, más protestas y nuevos episodios de represión que culminaron con las dos manifestaciones multitudinarias: la del 27 de agosto que llenó el Zócalo de la capital, dónde quedaron acampados muchos grupos de estudiantes que serían desalojados la madrugada del día 28 por tanquetas antimotines y soldados con las bayonetas caladas y, tal vez la más famosa de todas, la Manifestación del Silencio, que llenó también la Plaza de la Constitución aquel 13 de septiembre.

Hubo otros eventos posteriores durante los últimos días de septiembre. La renuncia de Barros Sierra, el ametrallamiento de la vocacional 5, nuevos enfrentamientos a balazos con la Policía en Zacatenco y el Casco de Santo Tomás, otros más en Tlaltelolco y la vocacional 7, donde quedaron detenidos varios centenares de estudiantes.

Sólo pocos días después sobrevendría la tragedia de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlaltelolco. La necedad del gobierno en reprimir a como diera lugar a los estudiantes quedaría marcada para la historia con esa fecha: 2 de octubre, no se olvida.

JJ/I