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Pañuelos verdes y empoderamiento feminista

Es diciembre y la noche cae en la ciudad de Montevideo. Sobre la avenida 18 de Julio, en la Plaza Cagancha, un grupo de manifestantes prepara sus pancartas y se dispone a iniciar un recorrido por la arteria más emblemática de la ciudad. Al frente del contingente una gran manta desplegada con el lema Todas en Alerta y en las Calles identifica el carácter feminista de la marcha. Las primeras consignas que corean al ritmo del tañido de un par de tambores ¡Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina! ¡Y sepan y sepan los machistas, que América Latina será toda feminista!, y ¡Si tocan a una, tocan a todas!, expresan con absoluta claridad que sus objetivos se insertan en una lucha que traspasa las fronteras y que su demanda central se enfoca contra la violencia hacia las mujeres y los feminicidios, cuyo origen atribuyen a un sistema patriarcal y machista.

Es una tarde de septiembre y el inicio del otoño se deja sentir en el Parque Morelos de la ciudad de Guadalajara. Desde hace media hora un conjunto de muchachas ensaya aporreando garrafones vacíos habilitados como tambores. A la hora señalada se colocan en la avanzada de la marcha, detrás de una gran manta verde en la que se lee: Despenalización del aborto ¡ya! Al ritmo de la batucada corean su primera consigna “Ni de la iglesia, ni del estado, ni del marido, ni del patrón; es sólo mía, es sólo mía la decisión”. #DerechoaDecidir y #LegalizaciónAbortoYa son los hashtag que identifican su movimiento en las redes sociales. Al tomar la calzada Independencia establecen los parámetros de su lucha. ¡Bomba! Al estado ponerle bomba, al machismo ponerle bomba, a la iglesia ponerle bomba… movimiento anti, anticapitalista, antipatriarcal, antiimperialista, anticlerical. Más allá de la literalidad de las sentencias, la metáfora de la bomba ilustra el nivel de hartazgo, de un número creciente de mujeres hacia un sistema que ha sido omiso y sordo, por decir lo menos, para garantizarles condiciones de vida.

Separadas por una distancia de 8 mil kilómetros, dos contingentes integrados mayoritariamente por mujeres enarbolan demandas que combaten las principales amenazas a la preservación de su vida: el feminicidio y el aborto clandestino. De acuerdo con un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, siete de cada 12 feminicidios en América Latina ocurren en México. Respecto a la muerte derivada del aborto clandestino, mientras que en Uruguay prácticamente ha desaparecido debido a la ley de interrupción voluntaria del embarazo promulgada en 2012, en nuestro país, a excepción de la Ciudad de México, el derecho a la interrupción voluntaria sigue criminalizado en las legislaciones estatales.

De acuerdo con un informe de la Secretaría de Salud, el aborto es la tercera causa de muerte entre las mujeres. En contraste, el Sistema de Información de Interrupción Legal del Embarazo señala que desde la proclamación de la ley en 2007 se han realizado 176 mil interrupciones voluntarias sin registrar deceso alguno por aborto inseguro. No obstante la contundencia de los datos, algunas legislaciones estatales en lugar de adecuar su normativa han endurecido las penas.

Pero la ceguera y sordera de los gobiernos estatales ahora tiene enfrente a una oleada de jóvenes mujeres, mayoritariamente veinteañeras, que desde Uruguay hasta México, con un pañuelo verde anudado al cuello, están resueltas a exigir el respeto al derecho de decidir sobre su cuerpo y su sexualidad. El derecho a no sufrir violencia, ni física ni institucional. Con su voz fuerte y directa: Ahora que estamos todas, ahora que sí nos ven, abajo el patriarcado que va a caer, que va a caer; ahora que estamos todas, ahora que sí nos ven, arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer. No solamente reivindican sus derechos, sino que anuncian la transformación del sistema social.

@fracegon

JJ/I