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Ante AMLO, seis posturas

El triunfo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) exacerbó lo que ya sucedía desde hace años, que aumentó en su campaña electoral y que continúa con tal fragor, que retiemblan en su centro las redes sociales al sonoro rugir de los cañones del debate público. Los pronunciamientos sobre AMLO están polarizados: a favor o en contra, aunque existen percepciones intermedias. Chairos, fifís y demás forman parte del vocabulario del encontronazo digital, la carrilla política, sin faltar quienes lo padecen como una agresión. Las redes sociales se calientan. Son un ring sin contrincantes cara a cara; sí, pantalla contra pantalla, de celular o computadora. Una guerra encarnizada que vapulea la figura de AMLO, cual saco de boxeo, o lo rescata de quienes ejercitan la tecla y la lengua.

En esa maraña están en la mira: primero, López Obrador; seguido de Morena y sus integrantes. No son los únicos, evidentemente, aunque han menguado los ataques contra el presidente Enrique Peña Nieto y el PRI luego de que ya casi deja el cargo uno y el tricolor es un árbol caído. Cambiar las luces y flashazos sobre los militantes de Morena que han llegado a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores, y sobre el próximo presidente en funciones, es normal, pertinente, vital, para una nación que aspira a ser democrática. La crítica es necesaria, oxigena el país, sea para el partido que sea que gobierne. Criticar puede poner valladares a excesos del uso del poder. Disentir es un derecho. Partamos desde ahí.

Distingo, de manera esquemática, seis posturas ante AMLO. La primera es la de quienes lo aborrecen, por las razones que sea. Lo insultan, le han dicho “vejete”, “pendejo”, “hdspm”, “traidor”, etcétera, y le desean que muera, renuncie, se largue… Cargan abultados improperios, puro hígado, sin argumentos. No fundamentan nada. Sólo agreden. Imposible el diálogo con ellos. Hay rigidez. La segunda es de quienes critican a López Obrador de manera permanente, con argumentos flojos, medio flojos o sólidos y medio sólidos. Lo persiguen diario, se burlan de sus planes y errores. Están prestos para circular memes, noticias, fotografías, ironías, etcétera, con buen, regular o mal tino. Es un rechazo militante, pero que alcanza a argumentar. Cualquier grano negro, y vaya que ha tenido muchos al igual que Morena, lo circulan en redes y en charlas. Lo critican y hacen bien en criticarlo.

Del otro lado, en tercer lugar, están los que no demonizan ni santifican a AMLO. Aunque a veces entran y salen de esas visiones. Señalan lo que consideran hace bien, cuestionan lo que les parece inadecuado. No están casados con ninguna de las percepciones extremas. Buscan informarse, contrastar datos, sin posiciones dicotómicas de buenos y malos. Participan en el rico debate, matizan y equilibran. Una cuarta posición es la de quienes defienden a AMLO. Lo justifican con argumentos, le entran a la controversia, ven un verdadero cambio de fondo en el país que es necesario fortalecer, resguardar, acompañar, empujar. Son parte del voto duro de AMLO. Sienten afinidad, cercanía, con el presidente electo, y asumen que es un momento histórico, la oportunidad de cambios profundos, transformadores, de un país en desgracia por los sucesivos gobiernos surgidos del PRI y el PAN.

Una quinta postura es la que defiende furibundamente a AMLO. Con todo. Con insultos, mentadas e intolerancia hacia sus críticos, con los que traen pleito abierto, sin conceder nada. Idealizan a López Obrador. El riesgo entre los radicales en pro o en contra es que de la violencia verbal podrían pasar a la física. La sexta posición es la que no se coloca abiertamente en ninguna de las anteriores. Son los observadores. Escuchan y poco se pronuncian. Diríamos que están al pendiente de lo que sucede o bien al margen. Las seis posturas son dinámicas: hay quienes ocasionalmente se pasan a una u otra postura, van y vienen. Estamos en México en un periodo excepcional de debate en la esfera pública. Hay que ampliarlo, defenderlo. Y, mínimo, argumentar y escuchar.

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JJ/I