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Consulta y participación

Finalmente llegó el tiempo de la muy cacareada y no bien aceptada consulta nacional para que la población decida si seguir adelante o no con la construcción del nuevo aeropuerto internacional de México.

El equipo de Andrés Manuel López Obrador destinó cuatro días, del 25 al 28 de octubre, para que los ciudadanos expresen su opinión, la cual, según el presidente electo, será respetada.

López Obrador dice que en estos casos complicados, para no complicarse más, lo mejor es preguntar a todos. Así que las mesas para la consulta pública se instalarán en 538 municipios del país, de un total de 2 mil 458, en un horario de 8 a 18 horas. Serán organizaciones civiles las que recibirán los votos de los ciudadanos y se espera una participación de entre 100 mil y medio millón de personas.

La metodología es la gran incógnita y eso es lo que, precisamente, inquieta a especialistas en encuestas y hasta a los promotores de la participación ciudadana, pero no hace falta ser experto para tener muchas dudas acerca de la representatividad de un ejercicio sobre una obra de la que se han cuestionado elementos técnicos en los que sólo una minoría puede ser docta, no así la masa.

Tampoco hace falta ser especialista para suponer que si se toca el punto de supuestos sobrecostos y sospecha de corrupción en esta construcción es muy probable que el voto será emocional, es decir, de castigo a un proyecto ligado a una clase gobernante que recién fue relegada por una población harta de dispendios y corruptelas, aunque del susodicho aeropuerto no se sepa nada.

Finalmente, tampoco se necesita ser experto para concluir que la dichosa consulta puede, incluso, resultar un tema lejano geográfica y psicológicamente para el común de la población, así que, ¿cuál sería la representatividad?

La Fundación Arturo Rosenblueth va a coordinar el ejercicio. El Instituto Nacional Electoral (INE) no está convocado porque no está en el marco de la Ley de Consulta Popular y eso abona más dudas sobre la legalidad de un proceso en el que se juega el futuro del nuevo aeropuerto.

Si bien el INE no participa, Marco Antonio Baños Martínez, uno de sus consejeros, dice que para llegar a una información lo más confiable posible hay que considerar que la ubicación de las casillas sea de manera científica, proporcional a la composición de la población y que la consulta no se vaya a circunscribir a un número limitado de personas que, incluso, pudieran tener valoraciones sesgadas.

Como dice la expresión popular: “No son enchiladas”, y vaya que éstas también tienen su chiste.

Lo destacable de todo el embrollo es el empeño en involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones, pero el gobierno entrante también debe considerar que la participación social en el país está en pañales. El coctel con demasiada apatía y demasiada desinformación o, por el contrario, demasiados intereses, puede resultar nocivo.

El caso de los foros de pacificación y educación ya dio una muestra de lo que ocurre al abrir la compuerta del dique, además de que, de paso, demostró que no son precisamente expertos los que han estado organizándolos. Los primeros acabaron suspendidos, nada menos que en los estados que son focos rojos como Tamaulipas, Sinaloa, Veracruz y Morelos. Los segundos, en cuanto llegaron a las zonas dominadas por la CNTE, como Acapulco y Morelia, terminaron en sillazos y ataques verbales entre una y otra fracción del magisterio.

El reto no es menor, el gobierno entrante deberá tomar decisiones salomónicas o empezar a cargar con el estigma de ejercicios de simulación desde antes de que asuma.

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JJ/I