INICIO > ZMG
A-  | A  | A+

Hace frente Analco a la inseguridad


La historia de Guadalajara no puede entenderse sin el barrio de Analco. Fundados de forma simultánea, pero como localidades distintas durante el cuarto asentamiento de la ciudad en el valle de Atemajac; Analco, a pesar de su céntrica ubicación y de siglos de transformaciones urbanas, ha sabido sobrevivir como barrio al mantener características socioculturales propias.

Sin embargo, no ha salido invicto en el proceso. Los pueblos originarios que durante la colonia habitaron Analco –vocablo que significa “al otro lado del río”– dieron paso en la actualidad a una mezcla de zonas comerciales y habitacionales que, entre muchos tapatíos, suele asociarse con inseguridad, venta de drogas, un paisaje urbano degradado y un tejido social desgastado. 

Si bien es cierto que los datos del Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG) de Jalisco reflejan que el barrio tiene un grado de marginación superior al promediado por el municipio (si en Guadalajara se considera “muy bajo”, Analco sólo alcanza una clasificación de “bajo” en el IIEG), se calcula que casi una cuarta parte de la población mayor de 15 años no concluyó la educación secundaria y que más de 37 por ciento de sus habitantes no cuentan con acceso a servicios de salud; sin embargo, la calidad de la vida cotidiana, a decir de los vecinos, no se corresponde con la estadística oficial.

LOS REGISTROS DELICTIVOS

Según recoge la plataforma Seguridad Map, en 2017, la Fiscalía General del Estado (FGE) contabilizó 62 delitos en Analco, siendo el peor año para la colonia en lo que va del sexenio, ya que en 2016 fueron 37; en 2015, 27; en 2014, 22, y en 2013, 39. Las lesiones dolosas (29.03 por ciento), el robo a persona (20.97 por ciento) y el robo a negocio (17.74 por ciento) fueron los ilícitos más recurrentes.

En tanto, al corte del 31 de agosto de 2018, las autoridades de procuración de justicia contabilizan 45 ilícitos, entre los que resalta el robo a persona, con 35.56 por ciento de los delitos; las lesiones dolosas, con 20 por ciento; y los casos de violencia intrafamiliar, con 13.3 por ciento. De continuar la tendencia de más de un delito por semana (sólo se cuentan los denunciados), este año cerraría con un número mayor de ilícitos que el año pasado.

Las cifras anteriores son sólo referentes a la delimitación oficial del barrio de Analco, marcada por la calzada Independencia, la avenida Revolución, la calle José Luis Verdía y la calle Cuitláhuac. Si se suman colonias aledañas y prácticamente integradas al barrio, como la Reforma y la San Juan de Dios II, es decir, considerando hasta la calle Aldama, el número casi se triplica.

PESE A ILÍCITOS, HAY FELICIDAD

“Somos un barrio feliz”, expuso Octavio Aguilar, quien se define como un habitante del barrio “de toda la vida” y quien dedica parte de su tiempo a impulsar actividades que, organizadas por la capellanía de San Sebastián de Analco, buscan regenerar el tejido social del barrio a través de trabajo con familias, jóvenes y usuarios de drogas.

“Tiene sus problemas, como cualquier otra zona de la ciudad. Hay problemas de inseguridad, pero considerando que ésta se ha desatado en cualquier parte de México, pues Analco no puede ser la excepción, pero tampoco es punta de lanza“, continúa.

Desde abril de 2017, la Policía de Guadalajara mantiene una presencia permanente en el barrio. Entonces, la colocación de vallas en varias calles propició protestas de vecinos, en su momento desacreditadas por las autoridades. A la postre, las patrullas suelen verse estacionadas cada día en las mismas esquinas y los policías ya han encontrado sus lugares habituales a la sombra de árboles o sobre asientos improvisados.

Entre los vecinos se escuchan opiniones divergentes respecto a este operativo que se ha extendido ya por casi 18 meses.

Para Ofelia (nombre ficticio), una comerciante de las inmediaciones del jardín de San Sebastián de Analco, éste ha logrado que la percepción de seguridad de los habitantes del lugar se acreciente.

“A comparación de otros años sí está muy calmado. Más porque de repente ahorita andan policías a pie, se andan dando sus rondas. He visto más gente desconocida que pasa, pero sin problemas. Más bien yo oigo así de (sucesos en) los alrededores”, expresó.

Alberto, quien habita en el barrio desde hace poco más de un año, coincide parcialmente. Si bien cree que la presencia de los uniformados inhibe delitos como el robo a transeúntes, no deja de considerar que subyace una mera simulación en lo referente a otros ilícitos.

“De asaltos se escucha una que otra vez, pero ya no es tan sonado (…) Aunque, en sí, la seguridad está disfrazada. Puede estar una patrulla en la esquina, por ejemplo, en Medrano y Clavel y a media cuadra se pone un menudista que ya todos ubicamos y sabemos lo que hace ahí. La patrulla está ahí día y noche, entonces yo creo que cubre las dos partes”, expuso.

A pesar de la variedad de percepciones de los vecinos de la zona, las estadísticas oficiales no denotan una disminución en los índices delictivos durante el año en curso en comparación al anterior.

Paisaje e identidad

Analco permanece atravesado por cicatrices que recuerdan que la zona fue el epicentro de las explosiones del 22 de abril de 1992.

Los vecinos reconocen que, en 2016, el gobierno municipal recién concluido realizó importantes intervenciones en materia de imagen urbana, tratándose principalmente de reencarpetamiento de vialidades, renovación de banquetas (sobre más de una de ellas ya hay rampas hechizas) y rehabilitación de espacios públicos, como los emblemáticos jardines de San José y San Sebastián de Analco.

No obstante, contrario a lo que pudiera creerse, no todos quedaron satisfechos con los cambios. Para Ofelia, por ejemplo, éstos se dieron a costa de un pedazo de la identidad barrial y no sin una cuota ecológica de por medio.

“A mí no me gustó. Quitaron muchos árboles buenos y no los trasplantaron; quitaron todas las jardineras y ya no hay flores. Con las jardineras había florecitas y la gente no se metía, pero desde que las quitaron los chamacos pasan hasta con bicicleta encima de las plantas y muchos puntos ya están pelones, cuando antes había rosas”, lamentó.

Para Aguilar, aunque en el barrio aún es posible observar postales de una Guadalajara de antaño, como familias conversando en el portal de sus hogares, la llegada de nuevos habitantes que se mantienen alejados del tejido barrial, también ha debilitado en cierta medida las relaciones vecinales.

Sin embargo, a pesar de otras quejas recurrentes, como fallas en el alumbrado público o un deficiente servicio de recolección de basura, Analco ha demostrado a través de los siglos ser un barrio resiliente que no piensa diluirse entre el ajetreo cotidiano de la metrópoli. Darío Pereira

El hurto destaca

Entre los 45 delitos registrados en la colonia del 1 de enero al 31 de agosto de 2018, resalta el robo a persona, ilícito que concentra 35.56 por ciento de la incidencia

“Tiene sus problemas, como cualquier otra zona de la ciudad. Hay problemas de inseguridad, pero considerando que ésta se ha desatado en cualquier parte de México, pues Analco no puede ser la excepción”
Octavio Aguilar, habitante del barrio

3 mil 279 es la población de este barrio popular, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 

da/i