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Consultar al pueblo

Las consultas tienen sentido cuando se va a decidir sobre un asunto o problema que afecta a un buen segmento de la población y se tiene u ofrece suficiente información como para tener clara una opción entre las posibilidades. La próxima semana, entre el 25 y el 28 de octubre, se llevará a cabo la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Todo está previsto: la instalación de mil 73 mesas de votación en 538 municipios del país, tendremos resultados entre las 22 y 28 horas de concluida la consulta. Lo único que nos falta es información y claridad sobre los pros y contras de una u otra opción.

Una consulta abierta a toda la población del país sobre el nuevo aeropuerto pareciera un buen gesto de la autoridad electa, pero se torna poco pertinente si quienes somos consultados no contamos siquiera con la información básica, como para inclinarnos por una opción u otra, y lo peor, involucrarnos cuando el resultado de la consulta realmente no influirá en la decisión que se tome al final. Visto así, la decisión que se tome más bien responderá a los intereses de los inversionistas que han apostado recursos en alguno de los proyectos o a los compromisos de los políticos de campaña.

Resulta mucho más racional llegar a un aeropuerto en Toluca, si vamos a realizar actividades en el norte de la ciudad de México, pues llegar al viejo aeropuerto o al nuevo, en Texcoco, nos consumiría cuando menos unas tres horas para llegar a una reunión en Santa Fe. Sabemos que ciudades importantes del mundo cuentan con más de un aeropuerto, en diversos puntos estratégicamente ubicados. Una consulta de verdad debió realizarse con base en proyectos alternativos y antes de iniciar su construcción, hoy pierde sentido.

Se trata de una decisión que oscila entre la racionalidad o las emociones personales, entre simpatías o fobias hacia los políticos e inversionistas que las abanderan. Bajo las actuales circunstancias, una decisión estrictamente racional podría ser que se continúe con el proyecto ya iniciado pues entre otras cosas lleva ya 20 por ciento de avance. Una decisión con menos impacto ambiental podría ser la de ampliar las pistas en el actual aeropuerto, habilitar el de Toluca y Santa Lucía, para ampliar las opciones de los vuelos. Eso está dentro de las opciones planteadas, pero en realidad una visión realmente estratégica y racional podría apostar más bien por fomentar el crecimiento de sistemas de ciudades en todo el territorio nacional, en lugar de seguir concentrando planes de desarrollo, obras muy costosas y abastecer de insumos y servicios a una ciudad que todo engulle.

Si bien es cierto que una obra tan grande e importante puede impactar a todo el país, y sólo en ese sentido nos interesaría, quienes tienen elementos para tomar la mejor decisión, además de los inversionistas, deberían ser los especialistas en aeropuertos, ingenieros en aeronáutica, ambientalistas y pilotos. Los demás sobramos y seríamos como los acarreados a un mitin, que no tienen la menor idea de a qué fueron convocados y sólo están legitimando el proyecto de un líder u otro, sin conciencia de lo que su sola presencia está impulsando.

Andrés Manuel, el presidente electo, tendrá que hacer valoración política de lo que esta consulta mueva, pero realmente me parece peligroso que –en nuestra frágil democracia– la autoridad quiera someter a consulta popular las decisiones importantes para tomar al final las decisiones que crea más convenientes, con el aval de los actores que realmente importan en la toma de decisiones. Justo para eso fue elegido el presidente, para que gobierne, para que decida y lleve adelante un proyecto de país coherente, que responda a los intereses de la mayoría de los mexicanos, que le dieron el voto de confianza, sin necesidad de que haga ensayos de populismo y al final quede mal con todos.

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da/i