INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Regalos que son pedradas

Ayer concluyó la décimo octava edición de la Feria Internacional del Libro del Zócalo. Un día antes, el sábado, mientras platicábamos con colegas editores y distribuidores independientes, una lluvia pertinaz y el frío que la acompañaba intentaron atemperar nuestros ánimos encendidos por las conversaciones que trataban de comprender los alcances de las ideas justicieras, demagógicas y centralizadoras del nuevo paladín de la lectura, @Taibo2, especializado en regalar libros, quien dentro de poco ocupará el cargo de presidente del FCE (Fondo de Cultura Económica) o del Instituto del Libro, o como bautice la entidad que desea crear cuando llegue a la silla.

La conversación bajaba y subía en niveles de desánimo ante políticas públicas erráticas en el pasado que han mermado el valor de libro impreso, ya de por sí considerado irreflexivamente caro. Esta idea vaga de regalar libros y con ello elevar los índices de lectura, de creer que el conocimiento se impregnará sin más en los portadores de los obras al ser repartidos en la plaza pública, en realidad pocos resultados da y ni siquiera podrían ser cuantificados y analizados de modo convincente. En nada contribuye de provecho, más que en la desvaloración general del objeto, que es nada menos la extensión de nuestra memoria y pensamiento, y que vemos ahora sólo en función del precio del sustrato de papel, es decir, reducido a su mínima expresión material, sin pensar que detrás de ese hato de páginas hay escritores, traductores, correctores, editores, impresores, distribuidores, mensajeros, y que todos ellos lo hacen posible.

Los regalos de libros que provienen del Estado son sucedáneos del bienestar del pueblo y pedradas certeras a las cabezas de los editores privados, especialmente a los más vulnerables, como los independientes. ¿Cómo un pequeño editor va a competir con el Estado que puede regalar 3 mil ejemplares en una feria?

Con esto no me opongo a que los procesos de los libros sean objeto de subvención, porque hacer libros es costoso. Sin la subvenciones, los libros traducidos serían inaccesibles, los ilustrados también. Pero soy de la idea de que los editores deben gestionar esas subvenciones y aplicarlas a proyectores específicos y no que el Estado sea el gestor–subvencionador, el subvencionado, y el propio editor–regalador de las obras.

Opinión de: @LibracoFP

JJ/I