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Consulta popular del NAIM, ¿buena idea?

En los últimos días el trending topic ha sido la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Entre el jueves 25 de octubre y el domingo 28 de octubre se abrirán más de mil mesas en los 32 estados del país en municipios que sumados reúnen a 82 por ciento de la población, para que los mexicanos podamos responder a la pregunta “¿Cuál opción piensa usted que sea la mejor para el país?”, eligiendo entre dos alternativas: 1) Reacondicionar el actual aeropuerto de Ciudad de México y el de Toluca y construir dos pistas en la base aérea de Santa Lucía o 2) Continuar con la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco y dejar de usar el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Más allá de discutir cuál de las dos alternativas es mejor, que es un debate activo y con gran cobertura mediática, me quiero enfocar en el mecanismo de la consulta popular… ¿es una buena idea pedirle a la población general que decida entre dos opciones a partir de la información con la que cuentan?

El equipo de transición del presidente electo, que es quien está liderando la consulta ciudadana, argumenta que este mecanismo se ha usado ya para decidir sobre la construcción o demolición de aeropuertos en Francia, Alemania y Estados Unidos; y ha publicado una página web en mexicodecide.com.mx en donde expresan argumentos básicos a favor y en contra de ambas alternativas y se publican un montón de documentos técnicos para consulta pública.

El debate sobre si es posible o no una democracia deliberativa, en la que la población general se debe involucrar no sólo en votar, sino en participar en toma de decisiones sobre política pública, no es nuevo. En la década de los 20 del siglo pasado dos influyentes pensadores, Walter Lippman y John Dewey, debatieron sobre el rol que deberían tener los ciudadanos en una democracia.

Lippman argumentaba que la opinión pública es demasiado influenciable por la propaganda política y que por lo tanto no se podía poner en manos del público la toma de decisiones cuyas consecuencias no se podían entender sin tener un conocimiento más profundo de los hechos. Defendía por lo tanto que las decisiones fueran tomadas por líderes elegidos democráticamente que escucharan a expertos que pudieran explicar objetivamente las consecuencias de cada alternativa.

Dewey admitía que los expertos tienen un rol fundamental en la toma de decisiones, pero argumentaba que todos los hechos relevantes y las implicaciones potenciales de estas decisiones debían hacerse públicas y permitir que los ciudadanos participaran en el proceso para evitar que prevalecieran los intereses de grupos cercanos a los círculos de poder.

Este debate Lippman-Dewey no ha tenido aún una solución satisfactoria. Cuando prevalece el modelo tecnócrata que defiende Lippman, efectivamente se toman decisiones a veces que no están en el interés de grandes grupos de la población. Pero cuando se han hecho experimentos de consultas ciudadanas como los que promueve Dewey, como es el caso del referéndum en Reino Unido sobre si debían mantenerse o salirse de la Unión Europea, la población no tuvo ni el conocimiento ni el criterio suficientes para evaluar las consecuencias de las alternativas entre las que estaban decidiendo.

El Brexit confirma que Lippman tenía razón. Un grupo grande de la población se dejó influenciar por propaganda política basada en hechos sacados de contexto y no tuvo los medios para medir los daños potenciales de su elección.

El tema del aeropuerto no tiene el mismo impacto que el referéndum que originó el Brexit, pero sí refleja las mismas debilidades en el mecanismo de consulta. Los ciudadanos de a pie no contamos con suficiente información y criterio para poder evaluar las consecuencias de cada alternativa y vamos a decidir con base en las ideas que nos dicen aquellos líderes que tienen influencia en nosotros.

Esto, en mi opinión, invalida el mecanismo de consulta. Se tratará de un concurso de popularidad de qué campaña ha logrado posicionar mejor su idea, pero aportará poco a la evaluación objetiva de qué proyecto es mejor para México.

Quiero creer que el mundo de Dewey es posible y los ciudadanos podremos tener un rol más activo en la toma de decisiones de nuestros gobernantes para evitar que solo se haga la voluntad de los que tienen dinero para el lobby político, pero creo que en México todavía no estamos ahí… Antes de tomar una decisión necesitamos tener más educación cívica y asumir la responsabilidad de entender las consecuencias de lo que vamos a elegir.

Opinión de: @ortegarance

JJ/I