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Ni olvido, ni perdón

Con cierta ligereza se afirma que quien no perdona va cargando un gran peso interno que le hace imposible o menos feliz la vida. Puede ser, pero también es cierto que cuando hay evidencia de quién cometió el delito o el agravio que se sugiere perdonar, y no se hace justicia, entonces la discusión toma otros rumbos.

El pasado 12 de octubre, en la ciudad de San Luis Potosí, se realizó otro Foro Ciudadano por la Reconciliación y no Violencia, eventos, como se sabe, promovidos por uno de los equipos de trabajo del próximo gobierno encabezado por AMLO.  En dicho foro, Félix Hernández Gamundi, exdirigente estudiantil politécnico del movimiento estudiantil de 1968, expresó una frase que enuncia la posibilidad/necesidad de enlazar las luchas sociales históricas y actuales para que en este país haya justicia. Enlazar el no se olvida planteado desde el 2 de octubre de 1968 con el ni perdón ni olvido, planteamiento que han retomado actualmente los grupos de familiares de miles de desaparecidos; en efecto, podría ser una manera de hacer conexión entre estas luchas que tienen un objetivo común al que han llegado por caminos diferentes.

Hace medio siglo los estudiantes de 1968, en plena época dorada del sistema de partido único, se atrevieron a cuestionar y confrontar el poder autoritario y por ello fueron masacrados, encarcelados, perseguidos y exiliados. Ahora, en los tiempos de la necropolítica y la necroeconomía, los familiares de los jóvenes, mujeres y hombres, que sus cuerpos están siendo utilizados como vulgares mercancías, están enfrentando al autoritarismo actual pero también al desprecio manifiesto que el Estado tiene por la vida de quienes no son ellos. Es esta situación la que permite hablar de objetivo común.

No olvidar ni perdonar si antes no hay justicia es una frase-llamamiento con mucho potencial político porque, a la vez que permite la recuperación de la memoria histórica, facilita el enlace de movimientos y protestas que, con medio siglo de diferencia, resuenan y nos hablan, no obstante el tiempo transcurrido, de problemáticas que siguen caracterizando al sistema y la clase en y del poder. Además, reitera el debate con quienes dentro y fuera del sistema hablan y hablan de democracia y transición, a la vez que se niegan a reconocer que en realidad vivimos en un verdadero estado de guerra del Estado y el capital contra la sociedad y los bienes naturales comunes haciendo con ello cada día menos posible que transcurramos la vida y la reproduzcamos en condiciones de justicia y dignidad.

En mi colaboración anterior había advertido que el tema de los miles de muertos y desaparecidos, la violencia y la iniciativa del perdón y la amnistía, impulsada por AMLO, podría ser motivo o frente de conflicto con los familiares que por todo el país se han organizado para, con sus propios recursos y corriendo múltiples riesgos, convertirse en investigadores y buscadores de sus familiares. El desprecio manifiesto del Estado y sus instituciones “responsables” de atenderles y resolver sus necesidades ha logrado que muchos familiares descubran en ellos mismos capacidades que desconocían. Es decir, lamentablemente por la vía más dramática y dolorosa están replicando la experiencia de empezar a ser otros, otras, después de vivir una guerra asimétrica y experimentar procesos organizativos y de lucha colectiva.

Desde luego, en este caminar no todas las experiencias que se viven son positivas ni agradables. Como sabemos, no obstante el dolor y la angustia que cargan días y noche los familiares de muertos y desaparecidos, el Estado despliega su amplio repertorio de estrategias contrainsurgentes como: cooptación, división, intimidación, manipulación y mediatización para hacer imposible u obstaculizar estos procesos organizativos.

Como hemos visto estas estrategias contrainsurgentes, sin recato alguno, la pone en práctica el propio Estado a través de sus aparatos represivos (¡Fue el Estado!, se dijo en 2014 y se sigue repitiendo) pero, además de ello, hay muchos sujetos que se prestan a este juego perverso de la necropolítica y trabajan con este objetivo aparentando hacerlo desde la indignación y la rebeldía. Estos, por estar embozados, suelen ser más peligrosos.

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da/i