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Elecciones de la trumpada

Los resultados de las elecciones en Estados Unidos perfilan nuevos escenarios tanto al interior de ese país, como con las naciones de América del Norte, de América Latina y con el resto del mundo. El balance electoral marca un claro interés de los norteamericanos por acotar el poder presidencial de Trump, que hasta ahora ha sido más bien errático e impredecible.

El Partido Demócrata obtuvo la mayoría en la cámara baja con 229 representantes y ante 206 del Partido Republicano, mientras que en el 2016 los demócratas obtuvieron 194 escaños frente a 241 de los republicanos, con lo que estos acumulaban ya ocho años de control de dicha cámara. En el Senado los republicanos refrendaron su mayoría con 53 lugares frente a los 51 que obtuvieron en el 2016; mientras que los demócratas perdieron dos lugares al obtener 47 en 2018, frente a los 49 que habían ganado en los pasados comicios.

Las elecciones en algunos estados también presentaron novedades: los demócratas ganaron a los republicanos las gubernaturas de Kansas Illinois, Nuevo México y Michigan. Por su parte los republicanos ganaron a los demócratas los estados de Indiana, Florida, Missouri y Dakota del Norte.

Al parecer, lo más novedoso de este proceso electoral es el reclamo ciudadano de una creciente pluralidad en la representación política, que se mostró con toda claridad en los triunfos de una joven latina de 29 años que obtuvo una clara ventaja con 76.2 por ciento en New York; en la llegada a la cámara de representantes de dos mujeres musulmanas, así como el triunfo de un activista gay de la gubernatura de Colorado. Sin duda resultados dignos de celebrarse.

Las ventajas de tener una mayoría demócrata en la Cámara de Representantes se traducen en la necesidad que tendrá el presidente de hacer más política y cuidar las formas de hacerla, en lugar de improvisar o imponer su voluntad a través de tuits. Esta nueva correlación de fuerzas también obligará al presidente y a su equipo de gobierno a trabajar con mayor profundidad en las iniciativas que envíe sobre temas de la agenda gubernamental, tan delicados como migración, la salud pública y los presupuestos con que confirmará cuáles son los temas que realmente le interesan y efectivamente quiere atender.

A decir de los líderes demócratas, esas elecciones son más que una revancha entre republicanos y demócratas. Además de constituir un referéndum al desempeño de Trump y sus formas de hacer política, son un desafío para el presidente y su partido en términos de atender en forma más comedida la exigencia de rendir cuentas de sus decisiones -que estarán más acotadas-, de trabajar para conseguir los equilibrios que le permitan gobernar a un país que se ha pintado más plural y definir con mayor claridad los ejes de las relaciones de los Estados Unidos con las diversas regiones del mundo. De un buen desempeño en el ejercicio del gobierno, de resultados claros y en el sentido que los estadounidenses reclaman, depende que el resto de su gestión transite sin sobresaltos y, sobre todo, que se perfilen las posibilidades reales de reelección o que, en definitiva, los demócratas refrenden su ventaja en la Cámara de Representantes, y obtengan ventajas en la correlación de fuerzas en el Senado y en las gubernaturas.

El reto para los demócratas es demostrar a los ciudadanos que tener mayoría de representantes de ese partido se traduce en mejoras tangibles en su calidad de vida, en las políticas que apoyan y en las relaciones que se puedan mantener o mejorar con el resto del mundo.

Para México y América Latina, quizá la nueva correlación no se traduzca en ventajas significativas, pero sí pueden traducirse en la normalización de la cooperación internacional, que resultaría más conveniente para contener conflictos y nuevos problemas en esa zona de influencia.

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da/i