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Conservadurismo

¿En qué consiste ser un conservador? Aparentemente la palabra es totalmente inocua; representaría simplemente estar a favor de una serie de valores sociales que han imperado durante un cierto tiempo. Podríamos hablar de una visión sobre la familia, sobre los derechos sexuales y reproductivos, sobre el manejo de la economía, sobre las relaciones de jerarquía y varios más. A simple vista es simplemente una postura, como cualquiera otra, sobre una diversidad de temas. Inocuo, ¿verdad?

El problema del conservadurismo es que está anclado en una estructura que por definición es cambiante: las costumbres sociales. Tan es así que un conservador de hace 50 años estaría probablemente escandalizado por la inmoralidad de lo que un conservador contemporáneo ve como normal. Pensemos en ejemplos como el que las mujeres trabajan y votan; o el que los hombres compartan los gastos del hogar, o que no haya una estructura jerárquica dentro del hogar con la total dominancia por parte del hombre. Los valores, incluso aquellos considerados tradicionales, cambian, en gran medida por presiones sociales, pero también por factores económicos.

Ser un conservador significa estar atado a una serie de dictados vinculados a una temporalidad específica. Es similar a aquellos grupos religiosos que rehúyen de la tecnología, no usan electricidad, ni equipo con motores, porque “la tecnología es mala”. Sin embargo, la tecnología que ellos usan estaba disponible a principios del siglo 19, pero es tecnología al fin de cuentas. El conservador no se da cuenta de que aquello que defiende implica una serie de desigualdades que son insostenibles actualmente.

Empecemos analizando el caso de los derechos reproductivos. Muchos conservadores se niegan a la educación sexual en las escuelas públicas (“a mis hijos los educo yo”), olvidando que la educación es un derecho de los niños, no de los padres; se niegan a la distribución gratuita de métodos de control natal (un ex gobernador ironizaba que si no querían, de paso, dinero para un motel y un six de cervezas), y por supuesto, asumen que la mujer carece de derechos sobre su propio cuerpo. Lo terrible es que tratar de imponer estas posturas sólo ha conducido a un mayor número de embarazos entre adolescentes, y un aumento en los números de enfermedades de transmisión sexual, entre otros problemas.

¿O qué decir de la norma tradicional sobre la familia? Asumir que una familia sólo puede estar conformada por un hombre (papá), una mujer (mamá) y sus hijos, es de entrada dejar de lado la composición de familias monoparentales. Afirman que los homosexuales no deben casarse porque la finalidad de vínculo es la procreación, olvidando que los homosexuales también pueden procrear por otros métodos o que hay parejas heterosexuales que no pueden o no quieren tener hijos.

Otra arena de conflicto es el color de piel. Quizá en México no sea tan evidente como en Estados Unidos, aunque sí tenemos un serio problema de discriminación con nuestros pueblos indígenas. Cuando las personas de color empezaron a decir “black lives matter” (las vidas de los negros importan), los conservadores respondieron “all lives matter” (todas las vidas cuentan), olvidando que un simple análisis estadístico demuestra que es más probable morir a manos de la Policía siendo negro, que blanco. Un ejemplo dramático son los asesinos en masa, que suelen ser blancos, la Policía tiende a capturarlos, no a matarlos.

En realidad, el conservadurismo tiene que ver con un esquema de control, de hegemonía. Quienes tienen el poder, hombres caucásicos, de religión cristiana (protestantes o católicos), heterosexuales y pudientes, lo han ejercido durante mucho tiempo, por lo que cederlo a grupos emergentes: mujeres, personas de color, personas LGBT, ateos y pobres, resulta en extremo amenazante. Se sienten perseguidos porque los demás demandan sus justos derechos, pero esta persecución está sólo en sus mentes: nadie quiere quitarles nada, excepto su pretensión de decidir por el resto de las personas.

Ser conservador en realidad es estar a favor de un esquema de opresión.

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da/i