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Se acabó la elección, hora de ser ciudadanos

Estaba en una conversación entre amigos hace unas semanas e invariablemente empezamos a hablar de política. Unos habían votado por AMLO porque pensaban que era el único que garantizaba un cambio real y otros habían votado por el que consideraron la apuesta más fuerte contra AMLO para evitar que llegara al poder y desestabilizara al país.

En una escena común en estos días de opiniones polarizadas el debate llegó a un punto de estancamiento. No había argumento de un lado que convenciera al otro de entrar en alguna forma de terreno común.

Entonces uno de los defensores de AMLO preguntó algo que rompió el impasse: ¿quieren que le vaya bien a México o no? Ahora que AMLO es nuestro presidente electo, ¿no quieren que le vaya bien para que le vaya bien a México?

Eso es lo que tenemos todos en común: que le vaya bien a México. Si trascendemos las etiquetas de chairos y fifís… somos ciudadanos del mismo país.

Y hablando de ciudadanos. ¿Qué significa ser ciudadano? Nos hemos acostumbrado a entender el concepto de ciudadanía como aquello que te da derechos en un país: a trabajar, a emprender, a tener infraestructura, a expresarnos y a elegir a los que nos gobiernan. Pero los derechos son sólo una cara de la moneda, la otra son las responsabilidades.

El sistema democrático ha dejado ver su talón de Aquiles en los últimos años: cuando los ciudadanos nos acomodamos y omitimos nuestras responsabilidades, los abusivos llegan al poder moldeando las reglas a su favor, la desigualdad crece y cuando llega a un punto crítico la gente está lista para votar lo que sea que prometa mejorar su situación económica y social.

Mi invitación es a que dejemos las elecciones atrás. Da igual si nos gustaba AMLO o no; él será el nuevo presidente de México. Dejemos atrás las etiquetas que nos heredaron las campañas electorales y pongámonos la etiqueta de ciudadanos que le exigen a su gobierno que arregle nuestros problemas.

Propongo que todos hagamos tres cosas:

Primero, ejercitar nuestra capacidad crítica e informarnos. No seamos flojos en la búsqueda de la verdad. No porque aparezca algo en un panfleto o lo diga alguien que sale en la tele se vuelve más verdadero. Atrevámonos a enfrentar todos los argumentos de un debate. Si nuestro futuro presidente va a utilizar la consulta ciudadana como una herramienta habitual para soportar decisiones de su gobierno, asumamos la responsabilidad de enterarnos qué está en juego, escuchar las voces de los expertos y entender las consecuencias de cada decisión.

Segundo, exigir que se respeten las instituciones, la Constitución y el equilibrio de poderes. Cuando a un gobernante le entra la prisa por avanzar en sus políticas más disruptivas puede caer en la tentación de tomar atajos. Tal es el caso de Trump con los decretos al inicio de su administración para vetar inmigrantes de determinados países a los que el Poder Judicial les puso un alto. Ciertas cosas necesitan discutirse ampliamente antes de ejecutarse. No es saludable que una persona o partido tenga capacidad ilimitada de ejecutar sin abrir a discusión en las comisiones, en las cámaras y en las cortes. Si esto pasa es una advertencia clara de autoritarismo.

Tercero, participemos de forma más activa e inteligente. Está bien salir a la calle de forma ordenada y hacer visible cuántos estamos a favor o en contra de alguna política; pero tenemos que construir instrumentos de expresión más fuertes. En 2016 se reunieron más de 50 instituciones de la sociedad civil para presentar una iniciativa de ley ciudadana (la ley 3 de 3) que recaudó más de 630 mil firmas que le dieron legitimidad para ser discutida en el Congreso. Este es el tipo de ejercicios que tenemos que hacer más. No nos limitemos a votar por la popularidad de una idea en una consulta, participemos en el proceso de hacer política, proponiendo ideas y discutiendo ideas.

@ortegarance

JJ/I