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Rosalía

Hace poco más de un año el productor Pablo Díaz-Reixa, conocido como El Guincho, me adelantaba en una entrevista que trabajaba en un disco que lo emocionaba. Se sorprendió al escuchar que le preguntaba si era lo nuevo de Rosalía, pero no reveló ni el nombre ni el por qué lo consideraba “un proyecto grande”. En la plática aseguraba que en su trabajo artístico nunca le gustaba lo obvio, tampoco ser directo: “Hay mucho más rebeldía en provocar con un sonido o una idea de mezcla que en decir ‘fuck’ el gobierno”, me dijo. Lo entendí cuando escuché Malamente, un tema provocador, que llevó el flamenco a los terrenos del trap.

El día que el segundo disco de Rosalía salió, platicaba con los españoles de Taburete respecto a lo jondo que era el disco y poníamos en duda que los adolescentes que adoran a Rosalía entendieran las raíces profundas de su obra. Hace algunos días, el productor y cantante venezolano Gamboa, expresaba en una entrevista que los sonidos urbanos poco a poco se meterían en el ADN de la música, pero serían transformados y citó a Rosalía como una de las semillas germinales.

En 1998, en una conferencia de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, Federico Reyes Heroles advertía que el siglo 21 sería el de las migraciones y se detuvo a hablar de la confrontación cultural que esto provocaría debido a la defensa de lo puro contra la inminente mezcla.

Y lo que hace Rosalía es la pura expresión de la mezcla cultural. Una catalana (lo que ello implica en términos de polarización político-social en España ahora) que hace flamenco pero desafía la pureza con el traslado de la tradición (resultado de la fusión hispano-árabe) a un lenguaje nuevo, urbano a través de la mirada de una mujer que se conduce con la fiereza de una bala a la transformación de cualquier cosa que toca.

Potente se vuelve El mal querer al tratar una historia de amor que se nubla por el maltrato del hombre hacia la mujer, quien hace justicia por propia mano (de eso habla la canción Maldición) para liberarse de la violencia que vive y se promete a sí misma que no le volverá a pasar (lo declara en A ningún hombre). Claro que eso lo entienden las nuevas generaciones, más que nunca están dispuestas a cambiarlo todo: que la música no sea la misma, que no sea pura porque el mundo no lo es, que las relaciones entre hombres y mujeres son insostenibles como están y menos con la elevada tasa de feminicidios. A Rosalía le podemos otorgar el crédito de abrir la puerta del nuevo siglo donde nada volverá a ser igual. Es la primera artista que combate la xenofobia, el machismo y las hegemonías con arte. Nada volverá a ser igual después de ella.

@tuamigoFranco

da/i