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Creencias

Nos gusta pensar que la mayor parte de nuestras decisiones son racionales, que elegimos sabiamente basados en la información disponible. Lo cierto es que ocurre exactamente lo contrario: nuestras decisiones están guiadas por sesgos emocionales, conductuales y errores lógicos. Daniel Kahneman, psicólogo ganador del Premio Nobel de Economía, sugiere que hemos evolucionado usando dos sistemas de pensamiento, uno rápido, para responder a las situaciones cotidianas que generalmente se presentan en un contexto incompleto; este sistema es primordialmente emocional, reacciona sin que involucremos funciones intelectuales superiores. El segundo sistema en cambio implica un esfuerzo consciente para emplear el razonamiento y resolver situaciones complejas.

No hay que menospreciar al primer sistema, denominado rápido, ya que gracias a él hemos sobrevivido y evolucionado: es el que guía la acción cuando no hay tiempo para reflexionar y nos permite navegar por las mil situaciones diferentes que nos presenta el día. Sin embargo, es el segundo sistema, denominado lento, el que permite abstraer conocimiento de casos particulares y hacer generalizaciones, concentrarse en la realización de tareas complejas y recuperar información específica de nuestra memoria. Ambos sistemas, dice Kahneman, trabajan coordinadamente para hacer un uso muy eficiente de nuestra energía y optimiza nuestro desempeño; por ejemplo, situaciones complejas, una vez resueltas por el sistema lento, se vuelven dominio del sistema rápido: ¿cuánto tiempo le toma decir la respuesta de un acertijo una vez que ya la conoce?

Pero esta eficacia también tiene sus problemas: el sistema 1 puede suponer que una situación nueva es muy parecida a otra ya experimentada y responder, irreflexivamente, como lo hizo en el pasado. Es lo que llamamos un prejuicio, juzgar anticipadamente. No todos los prejuicios son malos, pero pueden dar lugar a errores: si yo evito los mariscos porque una vez me enfermé comiéndolos, probablemente me pierda de muchas experiencias gastronómicas deliciosas. La automatización del sistema 1 hace que no nos detengamos a evaluar detenidamente la información, incluso en situaciones donde es evidentemente notable que ésta va en contra de nuestra experiencia. Es más fácil que ignoremos o que distorsionemos dicha información antes que cambiar nuestra respuesta aprendida.

Por esto es tan difícil cambiar los prejuicios de las personas. Si alguien está convencido de que la homeopatía funciona, o que el cambio climático es una mentira, o que Trump es el mejor presidente que ha existido, no habrá estudio científico, evidencia estadística o información verificable que lo convenza de lo contrario. Cambiar nuestras creencias es difícil, porque equivale a una pérdida, y los humanos somos terribles manejando la sensación de pérdida. De hecho, es muy complicado que nos demos cuenta del momento preciso en el que cambiamos de opinión.

Probablemente ésta es la razón por la que las discusiones sobre política, sobre religión y sobre futbol no llegan a buenos términos: porque implican abandonar posturas previas que nos son queridas, y que incluso forman parte de nuestra personalidad; y siempre es más fácil asumir que es el otro el que está equivocado. Cubrimos nuestros muros de Facebook de memes y datos con los que estamos previamente de acuerdo o que ratifican nuestras posturas; exigimos respeto a nuestras creencias porque nos son muy íntimas, e incluso cometemos el error de asumir que son parte fundamental de nuestra identidad. Pero las creencias son elecciones, no siempre han estado ahí y menos de la misma forma, han ido cambiando y modificándose; entonces, ¿por qué asumir que lo que creemos, en este momento, es inmutable y fundamentalmente correcto? Si hemos estado equivocados en el pasado, ¿no podríamos estar equivocados ahora?

Es un proceso intelectual extremadamente complicado, pero bien vale la pena, porque de otra manera no maduramos, nos quedamos estancados en las viejas maneras, en los modos anticuados, y quizá no es la mejor forma de enfrentar los nuevos tiempos. ¿Qué cree usted?

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JJ/I