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Los pobres no comen gasolina

El sábado 24 de noviembre, por primera vez desde hace 80 años, los precios de las gasolinas dejaron de ser subsidiados por el gobierno federal. Ello como resultado de la eliminación del estímulo al impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS). Más aun, los precios de las gasolinas volvieron a establecerse como en los tiempos previos a la expropiación petrolera de 1938.

Esta situación ha generado descontento e inquietudes a lo largo del país. Por esta razón, la SHCP enfatizó en que el ajuste al IEPS no se traduciría en aumentos en los precios de los combustibles. Más aun, la secretaría indicó que el ajuste permitiría que los precios de las gasolinas continúen moviéndose de manera ordenada.

En mi opinión, la decisión de eliminar los subsidios tiene consecuencias negativas para la economía. Particularmente, la mencionada decisión implica que el gobierno renuncia implícitamente a su capacidad para regular los precios de las gasolinas. Ello porque el IEPS funcionaba como una herramienta para controlar los precios de los combustibles.

La decisión de la SHCP tiene consecuencias particularmente negativas para el mercado de los combustibles. Si se considera la escasa competencia y colusión entre las gasolineras y que no hay sustitutos viables para las gasolinas, no hay razones que justifiquen la reducción los precios para el público. Por tanto, la ausencia de controles promovería ineficiencias en el mercado.

Las alzas en los precios también inducen incrementos en los costos de transporte y en los precios de todos los bienes y servicios. Por esta razón, las alzas tienden a reducir el poder adquisitivo de ricos y pobres. De hecho, dada esta consideración, la conocida frase del secretario Ildefonso Guajardo, “los pobres no comen gasolina, comen tortillas”, resulta un dislate.

Las alzas en los precios de los combustibles también inducen problemas en el manejo de la política monetaria. Ello porque las mismas inducen cambios en las expectativas de los niveles de precios. En este contexto, debe recordarse que, desde al año pasado, las tasas de inflación han sido superiores a las establecidas en los objetivos del Banxico.

En el corto plazo, los precios de las gasolinas inducirán cambios en el desempeño de la economía. Por esta razón, ahora debieran considerarse como prioridades reajustar el régimen fiscal de los combustibles; fortalecer la Comisión Reguladora de Energía y otros órganos reguladores, mantener una disciplina fiscal estricta, y promover la competencia en el mercado.

Indudablemente, muy pronto, la nueva administración tendrá que mostrar su habilidad para manejar las políticas económica y energética.

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JJ/I