El medio ambiente según López Obrador

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ya es presidente de México, ha sido la noticia del día y seguramente será durante toda la semana; no es para menos.

Tan solo ayer, durante su toma de protesta y su presentación ante la gente en el Zócalo, pronunció discursos con temas diversos que en su mayoría ya habíamos escuchado, pero los relacionados con energéticos, biotecnología y medio ambiente, uno al lado de otro, se antojan incompatibles por la forma en que han sido abordados hasta ahora.

Uno de los puntos que dejó claro fue que no habrá autorización para proyectos o desarrollos turísticos que dañen el medio ambiente. Pero al mismo tiempo, insistió en que se construirá el tren maya, que está proyectado sobre selvas húmedas del sur con fauna vulnerable como son el jaguar y el tapir, éste último, además, es un sobreviviente de las glaciaciones del pleistoceno, y lo tenemos aquí.

Será un proyecto en circuito de mil 500 kilómetros a lo largo de cinco estados, Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo, que hasta hace apenas unas semanas se había anunciado para empezar a mediados de diciembre sin tener siquiera una manifestación de impacto ambiental. Después corrigieron y postergaron el inicio del tren hasta diciembre pero del 2019, aunque siguen sin presentar un estudio de impacto.

Sí, ya dijo AMLO que no desmontará selva y que las vías pasarán por “zonas ya impactadas” (el pretexto de todo gobernante y constructor para acabar de aniquilar un ecosistema), pero se deben presentar evidencias técnicas que lo sustenten.

Ahora, en sus discursos también recordó su promesa de que se plantarán árboles frutales y maderables en un millón de hectáreas en el sureste del país para que haya empleos. ¿En qué estados estarán esas hectáreas? ¿En territorios de quién y de qué tipo? ¿Se van a hacer monocultivos perturbando el uso de suelo con tal de dar trabajo a la gente?  Si en ese tenor va a ser su política ambiental, estamos empezando mal.

Por otro lado, habló de energéticos, de impulsar las fuentes eólicas, geotérmicas, hidroeléctricas y no podía faltar su refinería. Es decir, al parecer hay apertura para explotar fuentes renovables como las primeras dos, pero a la vez mantiene la apuesta por las fuentes fósiles con la refinería que quiere levantar en Tabasco.

Además, un punto que han aclarado expertos: hablar de energías limpias no significa solamente aprovechar la que proviene del calor del sol, del aire, del magma u otra que provea la Tierra o sus elementos abióticos, sino que para obtenerla, almacenarla y distribuirla no se destruyan los recursos naturales, como lo que se pretende hacer en La Primavera para explotar las calderas del volcán dormido.

Bajo ese entendido, no es suficiente decir que se impulsarán las energías limpias; se necesita conocer a detalle de dónde se obtendrán y cómo, esa es la pregunta clave en materia ambiental. Cómo.

También rechazó impulsar el fracking, un acierto indiscutible, y lanzó un mensaje sobre los transgénicos: no se permitirán para alimentos. Ojo, decir que los transgénicos son malos, así en general, es como afirmar que la tecnología lo es. La transgénesis es solo una práctica de la ingeniería genética para introducir genes de una especie a otra, sea animal, planta, microorganismo e incluso humano, para obtener una característica deseada, pero que se explota en los primeros tres para producir medicamentos, alimentos, sanear agua o darle otros usos.

No se puede hablar de transgénicos y meterlos todos en un solo costal, es incorrecto, pero sí podemos especificar por ejemplo los que hacen a las plantas inmunes a un insecticida -como el del maíz resistente al glifosato que se usa en México-, y afirmar que son nocivos porque hay evidencia. Eso sí, aquellos que hacen a ciertos cultivos más fuertes ante la sequía, el frío, el calor o adicionan aminoácidos y los vuelven más nutritivos, sí pueden ser una respuesta a los embates del cambio climático y no debemos cerrarles las puertas. Más adelante ahondaremos en ellos.

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