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De la manga

Las personas nos influyen, las voces nos conmueven, los libros nos convencen, los hechos nos entusiasman
John H. Newman

Llegó el día D, como dirían algunos, y se llevó a cabo la ceremonia de transmisión de poderes. Puntuales llegaron Enrique Peña Nieto, mandatario saliente, y Andrés Manuel López Obrador, el relevo que tras 18 años de campaña finalmente vio coronados sus esfuerzos y juró en el Congreso de la Unión, frente a todos los legisladores, invitados especiales y dignatarios internacionales, “cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.

Fue tras el protocolario acto que comenzaron a salir las sorpresas de la manga y a dejarse a un lado las normas o, por lo menos, los usos y costumbres, para convertir aquello en una especie de mitin. El nuevo presidente de la República habló de planes y proyectos, prometió certidumbre, criticó a sus antecesores, arremetió contra la corrupción y consagró su persona al pueblo: ya no me pertenezco –dijo–, ahora soy del pueblo.

Tras la comida con los visitantes extranjeros, sale de la manga otra sorpresa. En la plancha del Zócalo se realizó una celebración cultural con motivo del inicio de la llamada cuarta transformación. Como parte de la misma, los representantes de los pueblos indígenas de México, vestidos de colores y oropel, hicieron entrega al presidente del bastón de mando, con lo cual concedieron a AMLO, simbólicamente, poder sobre sus representados. El presidente de la nación, arrodillado frente a un chamán, fue objeto de un ritual para “alejar las malas vibras ahí donde vaya”. Al final, música interpretada por la cantante Eugenia León con la Orquesta Sinfónica Nacional. Sólo faltó para completar que sacaran de la manga mascadas y barajas.

Mala memoria

Uno de los temas que llamaron la atención del discurso de López Obrador fue el anuncio de un cambio de rumbo en la política económica de su gobierno porque, dijo, se ha comprobado que el neoliberalismo no sirve: sólo hizo a los ricos más ricos, a los pobres más pobres y a los políticos más corruptos.

En realidad fue el populismo de Luis Echeverría y la credulidad de López Portillo lo que hundió al país hasta el fondo: cero crecimiento, pérdida masiva de empleos, devaluaciones sin control, fuga de capitales, retiro de la inversión extranjera, etcétera.

Satanizado

Las políticas neoliberales permitieron frenar la crisis permanente en la que vivíamos los mexicanos y detener la caída, para, poco a poco, revertir la espiral hacia un ascenso, lento, pero sostenido. Los famosos pactos, tan de moda desde mediados de los 80, fueron estrategias económicas neoliberales que aportaron resultados en la solución de la problemática economía que heredó Miguel de la Madrid.

Con Salinas en el poder, el programa Solidaridad, además de generar muchos empleos formales que tanto urgían al país, permitió modernizar muchos pueblos y caminos, dotando de servicios básicos a muchos mexicanos. El pecado del neoliberalismo es que retira paulatinamente los subsidios que otorgaba el gobierno a los bienes y servicios, hasta que estos se cobran a su precio real, afectando sin duda a los que menos tienen. Lo que no se hace es compensar por el retiro de los subsidios a aquellos que realmente los necesitan.

Prometer no empobrece…

Andrés Manuel López Obrador viajó por todo el país prometiendo solución inmediata a los problemas tan pronto tomara el poder. Eso no va a pasar. Ahora es cuando verá la realidad de lo poco que deja de margen la deuda adquirida, que debe pagarse. Tendrá que ver la manera de jugar con esos pequeños márgenes porque, al final del día, la clave está en cumplir, especialmente en salud, seguridad y educación, los temas que más lesionan al pueblo al que, como él mismo asegura, se debe.

@BenitoMArteaga

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JJ/I